Cuando iniciamos una búsqueda sobre la adolescencia, el 90% de los resultados son artículos, noticias y comentarios que tienen que ver con las características de los y las jóvenes en este periodo. Periodo, que, además, se resalta como crítico en la construcción de la identidad y en las dificultades en las relaciones en los diversos entornos.
De ahí que el contenido de estos artículos verse sobre cómo actuar con él o la adolescente: cómo motivarle, cómo hablarle, cómo conseguir que estudie mejor,… Pero, ¿cómo motivarte a ti, como padre o madre para recorrer esta etapa y no sentir que desfalleces en el intento?
No solamente es difícil saber cómo hacerlo, sino que en el día a día, también están presentes; los problemas laborales, familiares, de pareja, las preocupaciones y el cansancio, los cuales pueden ser un hándicap en ese aspecto. Al mismo tiempo, existen determinadas razones que hacen que la tarea de enfrentarnos a nuestro papel como padre y/o madre no sea fácil. Estas son:
– Disminución de confianza: no creer en tu capacidad, en poder lograr tu objetivo con tu hijo/a. La frase “no sirve para nada lo que hago” sería un fiel ejemplo de estas circunstancias.
– Falta de estrategias: no saber cómo continuar o cómo hacer. “Lo he intentado de varias maneras y no acierto.. ¿Y qué hago ahora?”
– Confusión en las metas a trabajar o abarcar demasiadas. Ideas como “me gustaría que mi hijo/a fuera como el de los Pérez y estudiase más.” o “voy a hacer que estudien, que recojan la habitación y que jueguen menos por el móvil”.
Nuestra motivación puede fluctuar cada día, nos pasa a como personas adultas y tenemos que ser conscientes que a nuestros hijos e hijas les sucede lo mismo. No siempre van a reaccionar bien a todo lo que se les proponga o queramos. Por ejemplo, podemos proponer un plan que vemos interesante pero que a ellas o ellos no les guste tanto o se nieguen a participar.
Partiendo de esta premisa, desglosaremos 5 actitudes y/o comportamientos que nos ayudaran a controlar nuestra motivación en familia.
1. Trabajar nuestro pensamiento. El pensamiento se refiere tanto a nuestra valoración como padres y madres, como al éxito de los cometidos o tareas que damos a nuestros hijas e hijos. Si focalizamos en lo difícil de la tarea (que estudie, que obedezca), nuestro pensamiento puede volverse incesante y alarmista. Así un pensamiento de estas características se ilustraría en, “no consigo que deje el móvil, seguro que tiene una adicción”. Nuestro pensamiento puede tornarse a menos alarmista buscando aquellas ideas, que nos transmitan confianza, paciencia y ánimo para continuar. Por ello, podemos pensar en los éxitos que hemos conseguido, las excepciones de esa situación, recordar cómo salimos de otras situaciones difíciles y ver los aspectos que hacemos bien.
2. Conocer y escucharles. Para ayudar a nuestros hijos e hijas, tenemos que observar y conocerles. Saber si es bueno o buena estudiante o no y hasta qué punto le podemos pedir más. Saber qué le gusta, o qué opina sobre aspectos de la vida. Expresiones como “yo creo que no le gusta nada, sólo salir con sus amistades. Está todo el día fuera”. Esto indicaría, que es necesario investigar, explorar para ver qué otras cosas o actividades les gustan. En la adolescencia adquieren un razonamiento crítico sobre lo que les rodea, escucharles sin juzgarles es una manera de conocerles y de aceptarles. Esto nos ayudará a manejar mejor las situaciones.
3. Centrarnos en metas: nuestras, pequeñas y reales. En este aspecto el anterior apartado es vital, conocerles, nos facilitará el ajuste de las metas a conseguir. Las metas son individuales, reales y pequeñas. Como podría ser, a mi hijo de 8 años le pido que ponga o recoja la mesa y a mi hijo de 15 años le pido que haga la cama o baje la basura. Son metas diferentes por edad pero en ambas incorporamos la responsabilidad y el colaborar en casa. En este sentido, incorporar rutinas es el mejor aliado para conseguir metas, cuanto más temprano implantemos rutinas, más fáciles serán determinados aprendizajes. Por ejemplo, si queremos que colabore en casa, tendremos que darle una responsabilidad desde pequeños y pequeñas y partir de una que le interese más.
4. Tener paciencia y esperar. Todo cambio requiere tiempo. Las soluciones fáciles y rápidas en la adolescencia no existen, por lo que generar nuevos aprendizajes supone ser constante y mantenerse en la misma línea. Recordar que en una carrera de fondo, los deportistas que llegan a meta han sabido dosificarse en el recorrido, gastando más o menos energías según las circunstancias. En el ámbito de la familia, dosificarse es una estrategia adecuada.
5. Motivarnos. Muchas veces desde el cansancio, nos cuestionamos los objetivos o metas planificados diciéndonos “no pasa nada, no es tan importante…”. Es imprescindible creer que lo que hacemos sirve para algo y que supondrá un beneficio concreto para la familia. Recordar ése beneficio y darnos palabras de aliento o pequeñas recompensas (dar un paseo, tener una lectura agradable, hablar con amistades…), nos puede ayudar a centrarnos y a no caer en un papel pasivo, esperando a que venga la respuesta a nuestro problema.
Si aún así, la tarea de ser padre o madre sigue siendo complicada, no dudéis en pedir ayuda.
Y recuerda, si no puedes hacerlo solo o sola, en Servicio PAD, prevenimos y tratamos las adicciones en adolescentes y jóvenes del consumo de alcohol y/u otras drogas, del uso abusivo de la tecnología o con riesgos o problemas asociados al juego de azar.
¡Llámanos! 699 480 480
Margarita Iniesta
Psicóloga y Orientadora Familiar de Servicio PAD