Durante 2018/2019 se realizó una nueva edición de la Encuesta ESTUDES, enmarcada en la serie de encuestas que vienen realizándose en España de forma bienal desde 1994, y cuyo principal objetivo es conocer la situación y las tendencias del consumo de drogas y otras adicciones entre estudiantes de 14 a 18 años que cursan Enseñanzas Secundarias.
Su financiación y promoción corresponden a la Delegación del Gobierno para el Plan Nacional sobre Drogas (DGPNSD) y cuenta con la colaboración de los Gobiernos de las Comunidades Autónomas (Planes Autonómicos sobre Drogas y Consejerías de Educación) y del Ministerio de Educación y Formación Profesional.
En este caso, los datos referidos a este informe pertenecen a la muestra de estudiantes entre 14 y 18 años de la ciudad de Madrid, cuyo análisis ha sido promovido por el Instituto de Adicciones de la ciudad de Madrid y la Fad.
Este es el informe:
Como conclusiones generales podemos destacar que, alcohol, tabaco y cannabis forman la triada de las sustancias más presentes entre los estudiantes de 14 a 18 años del municipio de Madrid en el año 2018. El consumo de alguna de estas tres en los últimos 12 meses apunta al alcohol (73,4%) como la más extendida, seguida del tabaco (34,5%) y del cannabis (27,9%). Si se analizan los consumos en los últimos 30 días antes de la realización de la encuesta, los datos son bastante llamativos: un 55,2% ha consumido alcohol, un 26,4% tabaco, un 18,8% cannabis, siendo esta la droga ilegal más consumida, muy a distancia del resto.
Género y edad introducen sustanciales diferencias en estas prevalencias de consumo; ellos y ellas declaran ingesta de alcohol de manera muy similar en los últimos 30 días, pero la edad muestra un incremento muy notable de la proporción de jóvenes que lo consumen; el 35,1% de los chicos y chicas con 14 años de edad ha ingerido alcohol en los últimos 30 días por el 78,6% de aquellos con 18 años. Esta pauta, en especial entre las edades más altas, está relacionada en una gran parte con patrones de ocio que suponen ingestas elevadas de alcohol; de ahí que el 48,1% de los estudiantes de secundaria declaren que se han emborrachado alguna vez en la vida; casi el 40% en los últimos 12 meses y un notable 19,8% lo ha hecho en los últimos 30 días. La práctica del botellón ha sido ya desde hace tiempo incorporada y normalizada en el ocio de los y las jóvenes; un 46,7% lo ha realizado en los últimos 12 meses y un 17,1% en el último mes. El binge drinking (episodios de alto consumo en un plazo de pocas horas) lo ha realizado nada más y nada menos que el 27,4% de los chicos y chicas en los últimos 30 días. Dado el carácter eminentemente social y grupal de estos tipos de consumo de alcohol se constata una vez más la fuerte asociación entre vida recreativa y consumo de drogas, en este caso concreto de alcohol.
Hay varios elementos que explican este consumo de alcohol y su incorporación masiva a las pautas de ocio de los y las jóvenes estudiantes de Madrid, más allá de las consideraciones culturales sobre la amplia presencia del mismo en la sociedad española. La primera es que su consumo se justifica principalmente desde su papel de facilitador de las relaciones sociales; el 69% de los chicos y chicas afirma que el alcohol “anima fiestas y celebraciones” y casi un 32% lo hace porque disfruta de sus efectos (“me gusta cómo me siento después de beber”) e, incluso, un 22,6% lo percibe, de manera obviamente peligrosa, como elemento de alivio, bálsamo o consuelo de situaciones vitales o psicológicas negativas (“me ayuda cuando estoy deprimido o necesito olvidarme de todo”). La segunda es su facilidad de acceso. El 83,7% piensa que es una sustancia de “muy fácil acceso”, casi a la par que el tabaco (al que el 81,8% considera “muy accesible”). Esta percepción está ampliamente confirmada por las declaraciones de los modos de consecución de alcohol; el 64,9% de aquellos que han consumido alcohol en los últimos 30 días afirma que ha conseguido el alcohol por sí mismo y eso teniendo en cuenta que una mayoría de chicos y chicas son menores de edad. Y un 72% de los consumidores de alcohol afirma que lo ha conseguido en los comercios de proximidad (tiendas de barrio, “chinos”, bodegas, etc.) y otro 51,3% en supermercados.
En el caso del tabaco, la segunda sustancia más consumida, el 42% declara haber fumado alguna vez en la vida, el 34,5% en los últimos 12 meses y un 26,4% en el último mes previo a la encuesta. Ellas declaran fumar en mayor proporción que ellos, siendo la única de las tres sustancias donde ocurre tal circunstancia. En los últimos 30 días el 29,8% de ellas ha fumado, por el 22,9% de ellos. Al igual que con el alcohol, la edad muestra fuertes incrementos en su consumo; a los 14 años, el 18,1% de los estudiantes declara haber fumado. A los 18, los que se declaran fumadores representan el 42%. La edad media de prueba inicial del tabaco está en los 14.20 años y la media declarada de cigarrillos al día entre los fumadores es de 5,36 cigarrillos/día, que va aumentando sensiblemente desde los 4,11 de los que tienen 14 años hasta los 5,44 de los que tienen 18 años. Influye sin duda en el consumo de tabaco el contexto que rodea a los y las jóvenes, incluso en el centro escolar; un 42,4% ha visto fumar a los profesores de su centro educativo y un 59,4% a otros compañeros.
No hay que olvidar que, según mucha de la literatura especializada (Becoña, 1999) el consumo de tabaco y alcohol incrementa la probabilidad de consumir marihuana/cannabis. Sin que en este estudio se pueda analizar esta hipótesis, lo cierto es que un 33,2% ha probado la sustancia alguna vez en la vida, un 27,9% en los últimos doce meses y en los 30 días anteriores a la encuesta, declaran consumo el 18,8% de los y las estudiantes de enseñanzas secundarias de Madrid. Preocupa en este consumo de cannabis, sobre todo, los denominados “consumidores problemáticos”, un 15,7% según la escala CAST, que ha demostrado tener buenas propiedades psicométricas para evaluar la severidad de dependencia de cannabis y establecer la diferencia entre un consumo recreativo y uno de riesgo. El perfil de estos consumidores problemáticos de cannabis es muy claro, pero no se diferencia esencialmente del perfil de los y las jóvenes que consumen de manera intensiva alcohol y tabaco: jóvenes de las edades más altas, con un bajo desempeño académico, que salen habitualmente de fiesta, que en general manifiestan malas relaciones con los progenitores y que son consumidores habituales de tabaco y alcohol.
Nótese la importancia cuantitativa y cualitativa del patrón de poli consumo de sustancias entre estudiantes. En los últimos 30 días antes de la realización de la encuesta, el 30,3% de los chicos y chicas declara haber realizado algún tipo de poli consumo; de ellos, un 15,4% consumió dos sustancias, un 12,1% tres y un 2,5% cuatro o más sustancias. No parece existir mucha diferencia atendiendo al género (aunque ellas se decantan algo más que ellos por el consumo de dos sustancias), pero si en la edad. Cuando aumenta, el número de sustancias que se consumen de forma simultánea asciende; si a los 14 años la mayor proporción de jóvenes consume dos (el 9% de los y las jóvenes) a los 18 la pauta mayoritaria, aún por escaso margen, es consumir tres (el 22,2%).
Independientemente de las pautas y prevalencias de consumo, y a tenor de las declaraciones de los y las jóvenes estudiantes de enseñanzas secundarias de Madrid, el nivel informativo acerca de los peligros y riesgos del consumo de sustancias puede ser considerado como alto. Un 64,7% se considera “perfectamente” o “lo suficientemente bien informado” (algo más ellos que ellas) y, de manera que puede ser calificada como paradójica, el nivel de información es más alto entre aquellos con mayor tendencia al consumo de sustancias. Este relativamente alto nivel de jóvenes que declaran encontrarse informados es bastante coherente con la proporción de chicos y chicas que declaran haber tratado el tema de las drogas en el seno familiar; el 65,3% (poco más ellos que ellas y menos en los grupos de edad más altos) afirman haber recibido información en su hogar sobre drogas y peligros asociados. Por otro lado, un 78,5% ha recibido en su centro escolar información sobre drogas legales y un 68,1% sobre las sustancias ilegales.
Eso sí, el que una mayoría de los y las jóvenes afirmen tener un buen nivel de información acerca de las drogas y declaren además haber recibido información sobre sus peligros y riesgos no significa una certeza unánime acerca de los problemas que pueden causar. Una parte minoritaria pero muy significativa considera que tendrá pocos o muy pocos problemas por consumir una o dos cañas o copas diariamente (39,7%), un 22,5% por ingerir 5 ó 6 cañas o copas en fin de semana, un 22,2% por fumar de 1 a 5 cigarrillos diarios e incluso un 11,3% piensan que fumar porros habitualmente no tendrá apenas consecuencias.
Puede ser que esta poca percepción de peligro, especialmente con el alcohol, en un significativo número de jóvenes tenga cierto peso en los comportamientos de riesgo que se declaran haber realizado en los últimos 12 meses.
Un 16,5% reconoce haber sido pasajero en un vehículo conducido por un conductor bajo los efectos del alcohol, un 5% ha participado en peleas después de haber consumido drogas ilegales o alcohol, un 5,7% el haber sido pasajero de un vehículo con un conductor bajo los efectos del cannabis e incluso un 1,9% ha conducido bajo los efectos del alcohol. Estas conductas están algo más presentes en ellos y, generalmente, tienen más incidencia cuanto mayor es la edad del joven. Declaran en mucha mayor medida que el resto estos comportamientos, los que expresan un desempeño académico bajo (suspenden y repiten curso) y aquellos que plantean tener unas malas relaciones con los progenitores. Y, por supuesto, los consumidores de sustancias. Por otra parte, no hay que descuidar los efectos para su vida cotidiana de estos consumos de alcohol y otras sustancias; también en los últimos 12 meses un notable 33% ha experimentado resaca después de una salida de fiesta, un 16,9% no ha podido recordar lo ocurrido en la noche anterior, un 16,1% ha experimentado fuertes dificultades para concentrarse y un 14,2% ha tenido relaciones sexuales sin emplear métodos anticonceptivos. En este caso, son las mujeres las que en mayor medida declaran haber sufrido tales efectos y, en general, aquellos de mayor edad.
Evidentemente, existe un modelo de ocio entre los y las jóvenes donde estos consumos adquieren importancia. En el análisis de las actividades de ocio, una buena parte de los jóvenes prima en su ocio las salidas relacionales con sus amigos; un 56,4% declaran que en los últimos 12 meses ha salido con sus amigos/as para ir a discotecas, bares, pubs, varias veces al mes o semanalmente. Y un 89,7% que, ya sea varias veces al mes o semanalmente, ha quedado con amigos para pasar el rato, quedar en la calle, etc. En el modelo factorial realizado queda claro que las salidas relacionales componen de forma muy relevante uno de los dos factores resultantes, en el que precisamente encontramos a más jóvenes que consumen sustancias (alcohol, tabaco y cannabis) en bastante mayor medida que el resto de sus compañeros.
Las relaciones con los progenitores son calificadas, en general, como buenas, especialmente con las madres. Según declaran los y las jóvenes, padres y madres dictan a una amplia mayoría las dinámicas dentro del hogar familiar, así como dónde y con quien van en sus salidas. Ellas declaran estar más controladas en todos estos aspectos que ellos, aunque este control tiende a descender según aumenta la edad. Ahora bien, esta dinámica normativa se rompe cuando el o la joven salen del domicilio familiar; solo un 44% de los chicos y un 48% de las chicas declaran que sus progenitores fijan las normas de lo que se hace o se puede hacer fuera de casa. En cuanto a los consumos de sustancias, y según declaran los propios jóvenes, padres y madres son poco dados a permitir su consumo, aunque de las sustancias analizadas, padres y madres son más laxos con respecto al consumo de alcohol de sus hijos/as (lo permitiría o consiente el 28,5% de las madres y el 25,3% de los padres). El grado de permisividad con respecto al tabaco desciende notablemente, ya que solo lo permitiría o permite el 10,3% de las madres y el 13,2% de los padres y, cuando se habla de sustancias ilegales, los progenitores muestran menor tolerancia aún con la marihuana o hachís, para el que lo permitiría o permite el 6,9% de las madres y solo el 1,8% de los padres. Esta permisividad aumenta con la edad de los y las jóvenes y muy especialmente cuando se ha cumplido los 17 años, de nuevo especialmente con el alcohol.
Para cerrar el panorama de consumo y comportamientos de los y las jóvenes estudiantes madrileños de secundaria quedan las denominadas adicciones comportamentales, analizadas en tres vertientes; los videojuegos, los juegos de apuestas y el uso de internet. En cuanto a los videojuegos, su uso está absolutamente extendido y forma parte de la práctica habitual de ocio. Poco menos del 83% de los y las jóvenes han jugado a videojuegos en el último año, casi un 80% en el último mes y el 50,6% lo han hecho diariamente en los últimos 30 días. A los videojuegos jugados online (eSports) ha jugado en los últimos 12 meses el 45,8%, el 36,8% en los últimos 30 días y poco más del 10% lo ha practicado a diario en estos últimos 30 días previos a la encuesta.
Esta actividad está dominada por ellos en mucha mayor proporción que por ellas, que se declaran jugadoras menos frecuentes e, incluso, un 31,8% de las chicas declaran no haber jugado a videojuegos en los últimos 12 meses, frente a solo el 3,6% de los hombres. Además, estos jugadores más intensivos (quienes declaran jugar a diario en los últimos 30 días) suelen caracterizarse por ser los más jóvenes, los que perciben la situación económica familiar por debajo de la media y aquellos con un desempeño académico deficiente, pues suspenden y se declaran repetidores.
La media de horas dedicadas a los videojuegos suele estar en dos o menos al día en los últimos 12 meses para un 64,5%; sin embargo, un notable 29,7% le ha dedicado entre 2 y 5 horas diarias. La gran mayoría de jóvenes dedica poco dinero a estos juegos; el 77,5% no ha gastado nada en ellos y un 15,6% entre 1 y 50 euros en el último año. Con respecto a la potencial dependencia de los videojuegos, las cifras son algo alarmantes; un 36% juegan para sentirse mejor cuando están de “bajón” y un 29% siguen jugando mucho, aun cuando confiesan que conocen las consecuencias negativas de esta práctica.
Menores menciones, pero relevantes por la proporción de jóvenes afectados, son el 16,1% que afirman que han perdido el interés en otras actividades por jugar a videojuegos o que han engañado a familiares u otras personas sobre el tiempo que pasan jugando. O el 15,5% que piensa frecuentemente cómo va a jugar al siguiente juego y el 12,6% que ha intentado jugar menos, pero sin conseguirlo.
Los juegos de apuestas son otro de los comportamientos detectados entre los y las jóvenes que presentan signos de cierta alarma. El 22,7% de los chicos y chicas han participado en juegos de apuestas presencialmente en los últimos 12 meses. Y el 9,7% lo ha hecho online. Mayor proporción entre los hombres, a mucha distancia de las mujeres, y mayor participación cuanto más aumenta la edad. La mayor parte de los y las jóvenes que han jugado en el último año dice haberlo hecho un día al mes (50,8% en presencial y un 30,7% online) pero un 18,8% ha jugado presencialmente entre dos y cuatro veces al mes y un 6,1% dos o tres veces por semana. Un 14,5% ha jugado online dos o tres veces al mes y un 75% entre dos y tres veces por semana.
El gasto en juego los días en los que se juega es relativamente importante para una mayoritaria proporción de jóvenes en los últimos 12 meses; en presencial, la mayoría declara haber invertido menos de 6 euros diarios (57,6%) frente al 31,3% en apuestas online; unas cantidades mayores, entre 6 y 30 euros, los declara el 20,9% en presencial y algo menos en online, el 17,4%. En un proceso parecido al que se observaba en las frecuencias de juego, según se incrementa el dinero que se declara jugar, se destina más dinero al juego online; entre 31 y 60 euros ha jugado el 7,6% online y el 3,6% presencial. Aún residuales, las proporciones de jóvenes que declaran gastarse entre 61 y 300 euros en presencial (1,4%) y online (1,7%) son llamativas. Y en la categoría de más de 300 euros, algo mayor la proporción de chicos y chicas que se lo han gastado en online (3,6%) que en presencial (1%). Ellas declaran gastar mucho menos que ellos, y en cuanto a las edades, el gasto sigue un patrón bastante irregular; parece haber más tendencia según se avanza en la edad, sin que tales diferencias sean significativas excepto en un caso. A los 18 años, el 21% de los jóvenes de esa edad declaran gastarse entre 31 y 60 euros cuando juegan, a mucha distancia del resto de sus compañeros de otras edades.
Tal y como se comprueba por las menciones en cuanto a los tipos de juego en los que se participa, entre los jugadores dominan las apuestas presenciales, sean loterías, quinielas o apuestas deportivas y loterías instantáneas (los populares “rascas”), con entre un 30% y 40% de jóvenes que declaran participación en los mismos. Llaman poderosamente la atención dos tipos de juego presencial, por sus implicaciones legales. El juego en salas de bingo, practicado por el 20,5% de los chicos y chicas, el 18,4% que menciona haber acudido a salones de juego y el 10,8% de jóvenes que declara haber acudido al casino. El primer juego online en cuanto a la proporción de jugadores son las “apuestas deportivas”, con un 13% de menciones y a mucha distancia de las presenciales.
Para terminar, los usos de internet de los y las jóvenes estudiantes de Madrid, analizados según la escala CIUS de uso compulsivo de internet. Según los resultados del análisis, el 21,1% de los chicos y chicas experimenta un posible uso compulsivo de internet. Mucho más ellas (25,4%) que ellos (17%) y con menores diferencias si se considera la edad. A modo de ejemplificación de la importancia y extensión de este comportamiento, el 32,8% declaran que les resulta difícil dejar de usar internet cuando están conectados, casi uno de cada tres jóvenes (31,7%) refieren que sus padres le dicen que debe pasar menos tiempo en internet y una proporción parecida (29,7%) es consciente de conectarse a internet cuando está de bajón. Muy significativo también el 25,5% de los chicos y chicas que piensan que debería usar menos internet, el 24,7% para quienes es muy difícil dejar de estar conectado a pesar de querer parar o el 24,3% que afirma que frecuentemente se conectar para olvidar penas o sentimientos negativos.