«No te lo vuelvo a repetir… ¡Deja ya el teléfono y ven a cenar!»
«De verdad, es muy importante, termino de mandar este mensaje y voy.»
«Eso me has dicho hace diez minutos y aquí seguimos esperando…»
¿Os suena?… Seguro que esta es una conversación o escena que se repite muchas veces por las noches en muchísimos hogares. Y es que el móvil se ha convertido en un elemento central en nuestras vidas, pero también en un elemento central en la vida de las familias. Si con la llegada de la televisión ésta pasó a ser el centro de nuestro hogar, los teléfonos móviles se han convertido en pocos años en un dispositivo esencial en nuestra vida diaria y en muchos casos, en un motivo de conflicto.
En ambas situaciones hablamos de pantallas, pero con grandes diferencias entre ellas. La televisión era el lugar donde la familia podía reunirse para ver juntas lo que ésta les ofrecía. El teléfono móvil, por el contrario, es para uso individual y cuenta con un atractivo mucho mayor al no ser algo pasivo frente a lo que tú te sientas, sino que te permite investigar, conocer, explorar y relacionarte. Y eso es lo que lo hace tan magnético, que nos permite ampliar nuestros conocimientos y nuestros intereses desde los aspectos más elevados, información científica, cultural, o de actualidad hasta los aspectos más banales, la broma, el chismorreo y la pura diversión.
Un elemento central es la posibilidad de interactuar y comunicarnos. El acceso a las redes sociales nos permite alcanzar un nivel de socialización que hace un par de décadas era impensable. Es incuestionable que tiene grandes ventajas para la comunicación y socialización, nos permite mantener un contacto diario y frecuente con familiares, amigos o compañeros de trabajo independientemente de que estén en el edificio de al lado o en otro continente es, desde luego, una gran ventaja de esta tecnología. Sin embargo, y aunque parezca contradictorio, esta misma capacidad de acercarnos a los demás también nos distancia. Sin darnos cuenta podemos acabar limitando nuestras relaciones a las pantallas, o hacer que estén mediadas por ellas, en lugar de explorar y aprender cómo relacionarnos cara a cara.
Si preguntásemos a cualquier persona adolescente o joven cuál es la manera en que prefiere comunicarse probablemente nos dirá que a través de las aplicaciones. Porque por medio de ellas comparten contenidos, mantienen un contacto permanente e inmediato y pierden la vergüenza a la hora de abordar determinados temas: pedir perdón, decir lo que no les gusta o incluso ligar.
Y todo esto, tan maravilloso, juega en contra del aprendizaje y desarrollo de nuestras habilidades sociales. Si por algo se caracteriza la adolescencia es porque es el momento en el que comenzamos a enfrentarnos a nuevas situaciones en la vida y tenemos que poner en marcha nuestros recursos personales para resolverlas. Es un momento importantísimo de aprendizaje vital. Con las pantallas aprendemos a resolver cuestiones a distancia pero puede suceder que dejemos en un segundo plano el aprender a enfrentar las situaciones cara a cara.
Porque las redes sociales también tienen sus riesgos y su cara b. Uno de los elementos que más preocupan tiene que ver la pérdida de control que pueden llevar a hacer un uso abusivo o inadecuado y pueda entrañar riesgos importantes. Tenemos que conocer estos riesgos para poder dar una verdadera dimensión a este problema. Desde los malos entendidos y otros problemas de comunicación derivados de su uso, a la bajada en el rendimiento académico o laboral, el abandono de actividades, el no aprendizaje de habilidades sociales, la dificultad para aprender a resolver problemas, el aprendizaje de formas de comunicación agresivas, el acceso a personas que son modelos “nocivos” para la salud o el comportamiento, el daño a la autoestima o en algunos casos, problemas de ansiedad o depresión…
Es fundamental equilibrar nuestra vida digital con nuestra vida en el plano analógico. No se trata de eliminar las pantallas de nuestras vidas sino, de convivir con ellas aprovechando sus beneficios y ventajas, pero minimizando sus riesgos. Es importante aprender a hacer un uso adecuado y equilibrado en el que se no sean el centro de tu vida, ocio y relaciones, aprendiendo que hay vida más allá de las pantallas y que hay tiempo para todo. ¿Cómo hacerlo?
Algunas recomendaciones o pautas preventivas para alcanzar ese equilibrio son:
- Diversificar el ocio, entretenerse con las pantallas está bien, pero hay muchas más cosas que se pueden hacer cara a cara con otras personas.
- Descubrir otras alternativas de ocio que no conozcas, quizás te gusten. Quienes llevan mucho tiempo dedicados a las pantallas muchas veces ni siquiera han descubierto que otras aficiones o gustos tienen, hay que darse la oportunidad de averiguarlo.
- Gestionar y planifica tu tiempo, porque si te organizas bien, en el día caben las responsabilidades, las pantallas y el ocio cara a cara. No dejes que las pantallas resten tiempo a las cosas importantes.
- Analizar si el uso que haces de las pantallas te trae algún problemilla (discusiones, malos entendidos, relaciones superficiales, malestar personal…). Si es así, es la señal de que sería bueno hacer algún cambio.
Es necesario desarrollar actividades en vivo con otras personas para aprender a relacionarnos de una manera positiva y saludable. Es importante aprender a resolver conflictos, a saber dar la cara. Porque si en la época de nuestra vida en que deberíamos aprenderlo no lo hacemos ¿qué será cuando lleguemos a la edad adulta? Además, en la relación con las otras personas iremos conformando de una manera experiencial nuestro sistema de creencias y valores que, junto con las habilidades sociales, son cruciales para enfrentarnos a posibles situaciones de riesgo, tanto las relacionadas con las adicciones ya sea de consumos de sustancias, uso abusivo de pantallas, o juego de azar y/o apuestas deportivas, como con otras cuestiones que se nos presenten.
Si como persona adulta de referencia, ya seas padre, madre, profesorado u otra figura profesional, identificas que la vida de “tus adolescentes” en las pantallas es más intensa o mejor que su vida real, que les cuesta hacer nuevas amistades, que pasan demasiado tiempo delante de dispositivos y no sabéis cómo frenarlo, si sientes que están empezando a perder el control, si esta situación genera conflictos en casa, en el centro escolar o en tu entidad.
Poneros en contacto con el Servicio PAD (Educación Social y Orientación Familiar).
¡Podemos ayudaros!
Llámanos al 699 480 480 o si lo prefieres prevencionadicciones@madrid.es
Santiago Redondo
Educador Social del Servicio PAD