Hasta ahora, la preocupación era cómo afrontar el confinamiento, la ansiedad que podía producir el encierro, el sedentarismo, los conflictos que podían surgir en la casa, el tiempo de conexión a las pantallas de nuestros hijos e hijas, los deberes, las rutinas, etc., ya que esta situación no podíamos haber imaginado que pudiera ocurrir de un día para otro nunca.
Ahora el panorama ha cambiado, tenemos por delante un nuevo reto que afrontar, el DESCONFINAMIENTO, la ansiedad y miedo que muchas personas sienten por salir a la calle ante la inseguridad de un contagio, y las secuelas o miedos que haya podido generar el encierro.
La incertidumbre se impone sobre nuestras costumbres. Nos invaden preguntas como: ¿qué va a pasar ahora?, ¿volverá todo a ser como antes?, ¿cuánto tiempo durará?, ¿serán suficientes las medidas adoptadas o serán demasiadas? ¿el material sanitario estará en condiciones adecuadas? ¿tendremos dificultades en volver a la rutina y horarios con las nuevas restricciones? Saber si vamos a poder abrazarnos, estrecharnos con nuestros seres queridos, contagiar a los más vulnerables, etc.
El futuro es incierto. La incertidumbre activa nuestro sistema de alarma y preocupación. El desconocimiento de las nuevas indicaciones y el pánico y paranoia ante el posible contagio está a la orden del día. Solo hay que observar en los pasillos de los supermercados, los esquivos entre las personas ante un “por si acaso”.
Tendremos que afrontar un nuevo estilo de vida durante no sabemos cuánto tiempo con la utilización de mascarillas, guantes, y todo tipo de protección a la que no estamos acostumbrados ni a llevarla ni a verla.
La distancia social, es otro factor a tener en cuenta que conlleva la obligación a regularnos, bien seamos de los que no ven claramente el riesgo y prima la necesidad de contacto, lo que podría provocar un nuevo brote si uno se deja llevar por ese ímpetu dejando de lado las medidas pertinentes, como los más precavidos o temerosos que manifiestan resistencia a querer salir. No son pocos los casos que ya están aconteciendo en los centros de salud por cuadros de pánico y ansiedad sobretodo en los más pequeños/as que no quieren salir después de llevar todo este tiempo de confinamiento en casa por un peligro que está en la calle.
En estos momentos es importante validar nuestras emociones y entender que es normal que estemos asustados/as y se hagan presentes todas estas emociones que pueden tambalear nuestra sensación de seguridad. Pueden aparecer cuadros evitativos, obsesivo-compulsivos, de ansiedad, hipocondría, pánico, asilamiento, etc.
Es crucial también mantener la tranquilidad y no anticiparse a la catástrofe, lo cual generaría un aumento de estas emociones. Lo que sucede en nuestra mente es mucho peor que lo que puede estar sucediendo en realidad.
Intentar adecuarse a la posibilidad de que las cosas pueden salir bien y seguir las pautas indicadas y la precaución necesaria para evitar que estos estados descompensados crezcan a niveles patológicos y si es necesario acudir a un especialista para tratar cuanto antes estos síntomas y evitar una cronicidad.
Y sobre todo ante la indefinida distancia social, mantener la responsabilidad, el optimismo y una sonrisa que traspase los metros de seguridad.
Laura González Torija
Psicóloga y Orientadora Familiar Servicio PAD