Los conflictos familiares son algo frecuente. Todas y cada una de las familias sea cual sea su forma, número de miembros y demás aspectos que puedan definirlas pasan por momentos de cambio que requieren de flexibilidad y capacidad de adaptación. 

Es cierto que no todos los cambios se viven de igual manera, cada miembro de la familia tendrá una visión propia y, por tanto, diferente ante una misma situación. 

La evolución de la familia genera reajustes y, en algunas ocasiones, dificultades y no todas las personas que la integran están preparadas al mismo tiempo para realizar las adaptaciones que permitirán pasar a esa “nueva fase” de la vida de la familia. 

La adolescencia es un momento de cambio:

Las hijas e hijos que pasan por este periodo experimentan cambios físicos y además se están preparando para pasar a formar parte de la vida adulta que requiere un desarrollo madurativo. Visto desde la descripción teórica el proceso parece algo sencillo, pero la vivencia en casa no siempre es fácil, los cambios físicos y hormonales suponen una montaña rusa de sentimientos a los que los y las adolescentes se enfrentan, su objetivo de “llegar a ser adulto” implica que en ocasiones sienten ser mayores de lo que son, aunque todavía hay muchos aspectos de su vida en los que siguen sintiendo que no deben asumir según qué responsabilidades… en fin tienen un arduo trabajo por delante para madurar y desarrollar una personalidad e identidad propia como personas adultas. 

 Pero esa persona adolescente no está sola, forma parte de una familia que también tiene que realizar una adaptación, ya no es una familia con un niño o niña, sino que ahora es una familia con una hija o hijo adolescente y dentro de poco será una persona adulta. Las formas de relación cambian, los límites y las responsabilidades se modifican, las formas de afecto y muestras de cariño ya no funcionan y hay que buscar otras nuevas en las que continuemos sintiendo la familia como espacio seguro, y a esas figuras paternales como referencia.

 En nuestro papel como madres y padres nos corresponde hacer también cambios, si sólo cambia una parte del conjunto… es más complicado que la estabilidad familiar se mantenga, imaginemos que tenemos un reloj analógico y hemos decidido pasar a uno digital pero sólo queremos cambiar la carcasa y dejar el mecanismo del analógico… es difícil que ese reloj sea funcional y nos sea útil para aquella función para la que está diseñado… ambas partes son útiles, pero no juntas.  

Durante la adolescencia nos enfrentamos a riesgos y situaciones que hasta ahora no nos habíamos planteado, surgen nuevos miedos, inseguridad e incertidumbre. 

Un aspecto que surge como factor de riesgo en la adolescencia es la posibilidad de acceso a consumo de sustancias. Como hemos dicho antes, nos corresponde continuar educando y acompañando y protegiendo a nuestras hijas e hijos. Puede que estemos en ese momento y tengamos dudas, puede que tengamos indicios de un inicio de consumos por parte de nuestro adolescente, o sabemos que en el ambiente en que se mueve existen consumos. 

Desde el Servicio de Orientación Familiar orientamos y ayudamos a familias de adolescentes y jóvenes en la prevención de adicciones. Ser madre o padre no implica tener que saberlo todo, generar los cambios y tomar decisiones a veces requiere de información y orientación. Puedes ponerte en contacto con el servicio para cualquier duda ante las adicciones y consumo de sustancias…. ¡Podemos ayudarte!

María Bejarano

Orientadora Familiar del Servicio PAD