Uno de los puntos clave en la prevención de adicciones en jóvenes es su familia.
La familia es el contexto más próximo a la persona y un modulador fundamental en su desarrollo, educación y maduración. Como padres y madres, debemos ser conscientes de la gran influencia que ejercemos en nuestros hijos/as, no solo a través de nuestras palabras, sino también de nuestros actos.

Esto implica que su identidad, autoconcepto y habilidades sociales se construyen, en parte,
a través de lo que observan en nosotros: cómo nos comunicamos con ellos/as, cómo hablamos sobre ellos/as con otras personas, la atención que les prestamos, el tiempo de calidad que les dedicamos y las actividades en las que participamos juntos/as.

El papel del equilibrio entre normas y afecto

Desde la prevención de adicciones, una de las claves para las familias es comprender en qué momento evolutivo se encuentran sus hijos/as y el equilibrio que necesitan recibir entre normas y afecto.

Por una parte, la adolescencia es un periodo vulnerable en el desarrollo, en el que los jóvenes intentan despejar muchas dudas, buscan su identidad, su autonomía, el pertenecer a un grupo, aceptar sus cambios corporales, entre otras cosas. Todo ello lo intentan hacer con las habilidades que han ido desarrollando hasta el momento, pero sin todas las herramientas que tenemos como adultos. En resumen, buscan llevar a cabo comportamientos adultos desde la inmadurez de su edad.

Por otro lado, los padres y madres atraviesan esta etapa con sus propios miedos y expectativas, buscando hacerlo lo mejor posible. A menudo, en este proceso, el esfuerzo por establecer normas y límites puede eclipsar la expresión del afecto. Esto puede generar un ambiente de tensión en casa, donde solo se habla de normas y castigos, dejando de lado el reconocimiento de los logros y la comunicación positiva.

Cuando los jóvenes sienten que solo se les señala lo negativo y que la relación con su familia está basada únicamente en normas y castigos, pueden buscar refugio fuera del hogar. En algunos casos, esto puede derivar en conductas de riesgo como el abuso de pantallas, el consumo de sustancias o la participación en apuestas o juegos de azar.

El equilibrio entre normas y afecto no solo facilita la convivencia, sino que también protege a los adolescentes frente a conductas de riesgo. Cuando se sienten comprendidos y apoyados, es menos probable que busquen vías de escape poco saludables.
La familia debe ser un espacio seguro donde puedan encontrar tanto límites como amor.

Laura Díez Ruiz
Psicóloga y Orientadora Familiar del Servicio PAD