A menudo, cuando hablamos con familias de adolescentes, nos cuentan que al intentar establecer normas se encuentran con la percepción de que los padres, madres o adultos de referencia solo quieren «fastidiar». Es común escuchar frases como: “Me quieres fastidiar la vida” o “Vas a hacer que me quede sin amigos/as”.

¿Las normas se ponen para fastidiar?

Las normas no se imponen para fastidiar, sino para acompañar a los adolescentes en su desarrollo y protegerles de riesgos.
Cuando se establecen con claridad y coherencia, fomentan la autonomía, la responsabilidad y un entorno seguro en el hogar.
Las normas nos ayudan a saber cómo comportarnos en distintas situaciones y, en muchos casos, sirven para protegernos de ciertos riesgos. Un ejemplo claro es establecer una hora de llegada cuando los adolescentes salen con sus amigos/as. Esta norma debe ajustarse a la edad y madurez de cada joven, permitiéndoles gestionar riesgos de manera adecuada, especialmente en horarios nocturnos.

El desafío de mantener las normas

Aunque las normas pueden “fastidiar” a los adolescentes porque limitan su libertad en determinados momentos, también pueden ser un “fastidio” para los adultos. Establecer normas no es suficiente, lo que resulta fundamental es mantenerlas y supervisar su cumplimiento, lo que requiere un esfuerzo adicional por parte de los padres y madres.
Sin embargo, renunciar a poner normas por evitar discusiones no es una opción, ya que parte del proceso educativo es enseñarles a convivir con límites.

Cómo establecer normas efectivas

Realistas

Las normas deben poder cumplirse. Ejemplo: si no podemos supervisar una norma sobre el uso del móvil en determinado horario, quizá no sea efectiva.

Claras

Las normas deben ser concretas y comprensibles. Ejemplo: en lugar de ‘compórtate bien’, especificar ‘no insultar’, ‘no pegar’ o ‘recoger la mesa’.

Coherentes

Deben aplicarse a todos por igual y no contradecirse. Ejemplo: si se establece que nadie usa el móvil durante la comida, los adultos también deben cumplirla.

Consistentes

Es importante explicar el motivo de las normas y las consecuencias de no cumplirlas.

Pocas y bien definidas

Un exceso de normas puede generar rechazo y aumentar los conflictos. Es mejor centrarse en unas pocas reglas clave que se mantengan con firmeza.

Unas normas bien establecidas no solo favorecen la convivencia, sino que también protegen a los adolescentes de conductas de riesgo. Cuando se aplican con coherencia y diálogo, se fomenta una mayor responsabilidad y se reduce la posibilidad de que recurran a ciertas conductas como vía de escape, como el abuso de pantallas, el consumo de sustancias o las apuestas deportivas.

Si existen dudas sobre cómo gestionar normas relacionadas con conductas que pueden derivar en adicciones, nuestra recomendación es siempre contactar con el equipo de Orientación Familiar del Servicio de Prevención de Adicciones (www.serviciopad.es).


Mariana Miracoli
Psicóloga y Orientadora Familiar del Servicio PAD