El consumo de alcohol entre la población adolescente se mantiene en unos niveles altos según la encuesta sobre uso de drogas en enseñanzas secundarias en España (ESTUDES) publicada en el año 2021 y que recoge información mediante entrevistas con adolescentes escolarizados de entre 14 y 18 años. De esta encuesta se pueden observar los siguientes datos: refleja que el consumo de alcohol alguna vez en la vida se ha producido en un 73.9 % de la población adolescente, el consumo en los últimos 12 meses en un 70,55%, en los últimos 30 días el 53,5% y un consumo diario de un 1.1%. Si bien estas cifras son inferiores a las registradas en otras encuestas anteriores y marcan una tendencia hacia la baja, no dejan de ser datos que alertan sobre el consumo en la etapa de la adolescencia y que nos pueden llevar a la reflexión.
El consumo de alcohol en la población adolescente se enmarca dentro de un entorno de ocio y asociado con la diversión, con un elemento que influye en la desinhibición y en la evasión. Un factor que influye también es la normalización del consumo de alcohol en la sociedad y su vinculación con la celebración y lo festivo. Este factor puede tomar una expresión significativa en las celebraciones que se producen en las festividades del verano que coinciden con las fiestas locales y que habitualmente llevan a un consumo de alcohol como elemento inseparable de las celebraciones.
También existen una serie de ideas relacionadas con el consumo de alcohol en la adolescencia que podemos denominar como «mitos» y que es importante desmontar a nivel familiar:
– “El alcohol no es una droga, es legal”. Esta apreciación puede tener que ver con condicionamientos culturales, sociales o económicas, pero como toda droga tiene efectos perjudiciales para la salud.
– “La cerveza no es alcohol”. El hecho que la cerveza tenga menos graduación alcohólica no implica que su consumo esté libre de los efectos perjudiciales sobre el organismo que tienen todas las bebidas alcohólicas.
– “Si se bebe en pocas cantidades no pasa nada”. Cuando hablamos de adolescencia y menores de edad en pleno desarrollo, cualquier cantidad se considera como perjudicial.
– “Lo peligroso es mezclar”. Lo peligroso es el alcohol en sí mismo y las cantidades ingeridas, independientemente de cómo se consuma.
– “Si no bebes no te lo pasas igual de bien”. Hay muchas maneras de pasarlo bien y el recurrir a una droga puede llevar asociado una serie de riesgos y la posibilidad de desarrollar una conducta adictiva.
– “Beber me ayuda a relacionarme mejor”. El alcohol puede distorsionar la percepción de lo que estás haciendo y pensar que estas teniendo un gran desarrollo social, cuando en realidad puedes estar resultado una persona muy pesada y repetitiva. La mejor manera de desarrollar las habilidades sociales es trabajarlas.
Dentro de este contexto, nos podemos preguntar: ¿Desde la familia que podemos hacer?:
– Infórmate y háblale de las consecuencias específicas del consumo de bebidas alcohólicas (especialmente del “atracón” y del “botellón”).
– Identifica y ayuda a desmontar falsos mitos e ideas erróneas.
– Ten cuidado con los mensajes no preventivos que se pueden llegar a lanzar: “no bebas mucho”, “controla si bebes”, etc.
– Actúa como ejemplo y modelo positivo: evita asociar el consumo de alcohol a contextos sociales y celebraciones. Evita asociarlo a bienestar o premio. Enseña conceptos de precaución y moderación.
Dentro de lo que supone el verano, las festividades, las actividades al aire libre y sus múltiples opciones de ocio podemos actuar en la familia como un elemento principal en la relación con nuestros adolescentes que ayude a la prevención del consumo de alcohol.
¡Por un ocio sin riesgos!
César Gil Ballesteros
Psicólogo y Orientador Familiar del Servicio PAD