Todas las familias tenemos expectativas acerca de nuestros hijos e hijas. Nos creamos ideas, ilusiones, esperanzas y sueños acerca de cómo será su vida en el futuro y las personas en las que se convertirán en la etapa adulta.
Todas las familias deseamos que tengan éxito, un futuro feliz, que les vaya bien, y esto es algo normal y bueno, por ello, nos esforzamos en transmitirles y enseñarles todo lo que pueda ayudar a favorecer su proceso de desarrollo y maduración. Sin embargo, en muchas ocasiones nuestras expectativas pueden convertirse en un obstáculo para su verdadera felicidad. Vivimos en una sociedad competitiva, con un ritmo de vida estresante, con la mirada más puesta en el futuro, lo que nos impide disfrutar del presente, y en ocasiones nos conduce a pensar más en lo que serán, que a valorar y disfrutar lo que ya son.
En este escenario el éxito de nuestros hijos e hijas se valorará en gran medida en su capacidad para adquirir conocimientos, sobresalir en el aprendizaje de idiomas, música, deportes, etc., ser populares y tener muchos seguidores y seguidoras, conseguir un gran puesto de trabajo con el que acumular posesiones, etc. No nos damos cuenta de que la felicidad reside en enseñarles a disfrutar del día a día, de entender la vida como una maravillosa aventura, en el que los errores y los fracasos son parte del aprendizaje. Pero deberíamos transmitirles que el éxito se alcanza a través del esfuerzo y la perseverancia, y que las dificultades son parte de esa aventura maravillosa, que no tienen que demostrarnos nada y que deben creer en sí mismos/as, aunque los demás no lo hagan.
Sin embargo, en muchas ocasiones lo que les ofrecemos es un ambiente de excesiva atención, de preocupación desmedida, que crea tensión, en el que nuestros deseos se convierten en obligaciones y expectativas que les generan insatisfacción, inseguridad y problemas de autoestima. Si adoptamos una actitud de exigencia y desaprobación constante podemos generarles una sensación de fracaso, al pensar que no están a la altura de lo que se esperaba de él o ella.
Es importante que seamos capaces de mirarlos desde lo que son y desde lo que, con nuestro apoyo, pueden llegar a ser. En ocasiones nos preocupa más lo que queremos y la imagen que dan socialmente, que lo que en realidad son. Debemos intentar tomar distancia de nuestras propias necesidades, deseos y expectativas, lo que nos permitirá mirarlos de cerca y aceptarles y quererlos tal y como son. Esto dará lugar a conocerlos mejor y ajustar nuestras expectativas, transmitiéndoles confianza (“Confío en ti, sé que lo harás muy bien”) y evitando las exigencias y obligaciones (“No puedes fallar, has de tener éxito”).
Si somos capaces de favorecer un desarrollo afectivo y emocional adecuado se convertirán en personas adultas felices, seguras, con buena autoestima, y con capacidad de empatía, autocontrol y tolerancia a la frustración. Perseguirán con esfuerzo y perseverancia sus metas, sabiendo que les apoyamos de forma incondicional, les aceptamos y los queremos tal y como son. ¿Cómo debemos actuar para evitar que nuestras expectativas les afecten negativamente?
- Distanciándonos y revisando nuestras propias expectativas y deseos. Cambiar la mirada y aprender a valorarles por lo que son, más que por lo que llegarán a ser.
- Permitiendo que tomen sus propias decisiones y elijan su propio camino, favoreciendo su autonomía, independencia y libertad. Debemos ofrecerles confianza y ayudarles a sentirse capaces de alcanzar las metas que se propongan a través del esfuerzo.
- Aceptándoles tal y como son, valorando su esfuerzo y no únicamente sus logros. Es importante transmitirles confianza y evitar climas de continua exigencia.
- Estableciendo un vínculo seguro que cubra todas sus necesidades. Que sepan que cuentan con nuestra disponibilidad, nuestro apoyo y amor de forma incondicional.
- Permitiendo que cometan errores. Es importante que no lo veamos como algo negativo, sino como algo natural y una oportunidad para aprender y volver a empezar desde la experiencia acumulada.
- Acompañando desde el respeto y la confianza. Es difícil ver cómo toman las riendas de su vida y apuestan por caminos diferentes a los que deseábamos, pero necesitan nuestra confianza y nuestro respeto, eso favorecerá que confíen en ti. Es importante que aprendamos a acompañarlos desde otro lugar, respetando sus espacios y sus decisiones, y confiando en su capacidad para “elegir bien”.
- Entender que se han convertido en personas libres e independientes, y que tienen el derecho y la capacidad para poder elegir y vivir sus propias vidas. Tienen sus propias ideas, necesidades y emociones, que debemos validar y respetar. Aunque los queramos más que a nada en el mundo, no nos pertenecen.
Rocío Gangoso
Orientadora Familiar del Servicio PAD