El conflicto es un hecho que forma parte de nuestra vida cotidiana, al que todas las personas nos enfrentamos en nuestro trabajo, en nuestras relaciones con amigas/os, en nuestra familia… Se origina en situaciones propias de la convivencia y de las relaciones humanas, y, por ello, debe considerarse como una parte natural de nuestras vidas. Sin embargo, con frecuencia, cuando nos paramos a pensar en los acontecimientos difíciles de la vida de nuestra familia, como períodos de cambio, transición, maduración e incluso la aparición de conflictos en nuestras relaciones, añadimos a éstos una connotación negativa, asociando con facilidad el término conflicto a sentimientos de rabia, ira, enfado, decepción… Si el conflicto forma parte de nuestra vida, ¿por qué nos sentimos tan mal cuando estamos inmersas/os en él?
Nuestras hijas e hijos crecen, se desarrollan, entran en crisis, salen de ellas, en definitiva cambian. Su crecimiento supone cambio, y este no se produce sin diferencias, sin tensiones o problemas, sin crisis. Todo ello forma parte del camino. La convivencia familiar implica abordar las diferencias que surgen en el día a día, los puntos de vista diversos, los desacuerdos, y el conflicto os brindará a toda la familia una oportunidad para crecer, no lo dudéis. Nos va a permitir cambiar nuestras estrategias, reinventarnos para poder adaptarnos a los cambios que de forma inevitable y necesaria se van a producir en nuestra vida familiar.
La adolescencia es una etapa en la que se produce un largo proceso de construcción y afirmación de la personalidad, la autoimagen y la autoestima. Puede convertirse en un momento de crisis, en la que la familia se enfrente a situaciones emocionales intensas, preocupantes, urgentes, pero debemos enfocar estos momentos no sólo como inevitables, naturales, sino como necesarios, ya que favorecerán que nuestras relaciones familiares cambien y se reajusten como respuesta a las crisis, lo que nos ayudará a conseguir un mejor funcionamiento. Es posible que estos conflictos nos ayuden a alcanzar un nuevo plano a nivel relacional y obtener nuevas herramientas y estrategias para enfrentarnos a futuros conflictos. Podéis salir reforzados/as de esta etapa.
Aquí os dejamos unas pautas para poder conseguirlo:
- Evitar asociar los acontecimientos difíciles de nuestra familia, períodos de cambio y desarrollo con connotaciones negativas. Reconocer que el conflicto es normal y potencialmente beneficioso, puede ser la clave inicial para abordarlos de manera eficaz.
- La forma de resolver los conflictos o dificultades, lejos de ser única e inequívoca, cuenta con tantas posibilidades como modos de mirar el conflicto. Puede ser beneficioso abandonar antiguas creencias y estereotipos sobre cómo resolver los problemas, y atrevernos a desaprender, para después abordar el conflicto desde la observación, la comprensión del otro, la escucha atenta y paciente.
- Reconocer la existencia del conflicto. Esto supone admitir que en nuestra familia también se dan diferencias, momentos complicados, etc. que van a requerir del abordaje por parte de toda la familia, empezando por los progenitores pero no únicamente por éstos.
- No somos peor familia por el hecho de tener conflictos o problemas, de hecho el conflicto es natural en cualquier grupo humano. Es importante tener en cuenta el punto de vista de toda la familia y tratar en la medida de lo posible de buscar soluciones compartidas.
- No dejemos a nuestras hijas e hijos al margen de los problemas para evitar que se preocupen o vivan momentos desagradables. Esta actitud sobreprotectora no favorece su maduración. Necesitan aprender a gestionar las desavenencias, las discusiones, diferencias y problemas, y el núcleo familiar resulta especialmente idóneo para ello.
- Cuando surjan dificultades, muestra comprensión frente a distanciamiento. Cuando nuestro hijo o hija hable, debemos hacer un esfuerzo por comprender, por pensar en qué estará sintiendo o pensando. Esto no implica estar de acuerdo con él o ella de manera incondicional.
- La resolución de un conflicto no pasa por imponer soluciones. Potencia la búsqueda de alternativas y la toma de decisiones. De esta manera estarás favoreciendo su proceso de maduración.
¡Mucho ánimo y… #QuédateEnCasa!
Rocío Gangoso Vega
Psicóloga y Orientadora Familiar del Servicio PAD