La adolescencia coincide con el paso a secundaria, etapa de gran carga académica que hila con la transición entre la infancia y un momento de mayores responsabilidades a nivel académico, reflexivo, normativo, en definitiva, más estructurado y en el que el cerebro se encuentra en pleno desarrollo.
Como profesionales del acompañamiento a la adolescencia más vulnerable os proponemos conectar a través de esta reflexión con el alumnado que se siente “La última persona de la fila” …
Es importante poder ver al alumnado desde dos miradas:
Desde lo que identificamos como la conducta disruptiva, el absentismo escolar, la desmotivación y apatía, el bajo rendimiento, y un largo etcétera…
Y lo que realmente puede estar ocurriendo, lo que vivencia esa persona adolescente. Por ello, os dejamos esta reflexión:
“Profe, esto es para ti.
De los 30 que somos en clase, supongo que soy la última persona de la que esperas estas palabras. Soy yo, la persona de la última fila, la que está pegada al radiador y nunca se quita el abrigo, la persona que combina horas de sueño en clase, con partes de incidencia y con visitas exprés a dirección para intentar arreglar lo que no puedo, o no sé cómo. Me decís que piense, que madure, que me controle, pero, y eso, ¿cómo se hace?
Tengo 16 años y vengo a clase por inercia; todo el mundo me dice que estudie para “el día de mañana” pero no tengo muy claro qué significa esto, ni cuál va a ser mi lugar en ese día de mañana. Vengo al insti con sentimientos mezclados, entre desgana por lo que se avecina las próximas 6 horas, culpa porque no he estudiado, y ansiedad porque todo esto… ni siquiera sé porque, pero todo esto me supera, supongo que, porque mis padres no me dejan en paz, la vida no me deja en paz, y eso es lo que yo quiero, sentirme en paz.
Profe yo te veo llegar por las mañanas, alegre, en buena disposición, con exámenes que has corregido y cuyo resultado no me va a doler, porque ya me he inmunizado contra los suspensos, pero me doy cuenta de que a ti sí te importa porque crees en esto, crees en ser profe y en esto de educar, enseñar y aprender…
Observo cómo pasas lista, y te interesas por las ausencias y las pellas, y cuando me miras a mí imagino lo que pensarás y me da vergüenza porque no me gusta ser así… cómo me ves, no me gusta fracasar, no siento orgullo de mis suspensos, pero no me puedo permitir que se note…delante de la clase; tiene que parecer que me da igual.
Y en el fondo, muy en el fondo creo que te envidio.
Profe, tú tienes un lugar, te lo has currado, sabes quién eres y la gente te lo reconoce, ganas un sueldo y te esfuerzas en darnos clase y nos aguantas… y me aguantas mis salidas de tono, porque soy difícil de aguantar, ni yo sé qué hago aquí tantas horas… al final para nada.
Ojalá las cosas fueran mejor, como antes, como cuando era una persona pequeña y todo era más fácil y no me pasaba tanto tiempo rayándome… cómo echo de menos la época del colegio, aquello sí que era felicidad. ¿Por qué nos tenemos que hacer mayores?
El paso al instituto lo cambió todo, mi cuerpo cambió, mis amistades cambiaron y mis intereses también y la relación con mis padres se volvió un infierno.
Al principio, en el insti eras guay si fumabas en los baños y a la salida, después si los findes ibas al botellón y te la pillabas…y el lunes vuelta a empezar, así han sido mis últimos años.
Ahora llevo tres años en el instituto y siento mi vida bloqueada, he descubierto que me tranquiliza fumar hachís antes de entrar en clase, me cambia el ánimo, me rayo menos. Es verdad que me deja un poco en la luna y no me entero de las cosas, pero estoy aquí, al final de la clase, la última persona de la fila.
Profe quiero que sepas que siento soledad, que me gustaría cambiar, tener más claras las cosas, poder comunicarme mejor contigo, quiero tener metas, que se me den mejor las cosas. No te lo voy a poner fácil, no quiero que se note, pero quiero que sepas que admiro tu paciencia, tu confianza, tu apoyo. Quiero que sepas que hay veces que me gustaría tener a alguien con quien hablar, pero que no me eche la bronca, que me entienda.
Profe, ¿me echas una mano?”
Tras esta reflexión quiero deciros que entendemos los niveles de exigencia, la gran carga de trabajo que supone educar, y que no por el hecho de ser docente se tiene que saber afrontar todos los desafíos que puedan presentarse en la adolescencia, pero ¡no estáis solos/as!
Para ello os proponemos las siguientes claves:
- Mirar al alumnado con los ojos de la adolescencia, pero con la sabiduría de la adultez.
- Comprender que las conductas desafiantes del alumnado no van dirigidas a vosotros/as como personas adultas, sino a vosotros/as como referentes positivos.
- Reconocer vuestra labor educativa y la importancia de vuestro papel en la prevención.
- Ante sospechas o indicios de consumo en vuestro alumnado, pedid ayuda a profesionales de las adicciones.
Desde el Servicio PAD (Educación Social y Orientación Familiar) ofrecemos sesiones informativas a profesionales para ayudaros a conocer las señales de alarma frente a los riesgos de las adicciones e identificarlas en las aulas, así como asesoramientos a profesionales para posibilitar el acercamiento empático y cercano al alumnado, para apoyar a quienes presenten conductas de riesgo relacionados con las adicciones, orientaros sobre cómo informar a sus familias y ayudarles a pedir ayuda profesional para que tengan la oportunidad de cambio, tendiéndole la mano a la persona adolescente o joven y/o a su familia, acercándoles y derivándoles a este servicio personalizado, confidencial y gratuito.
Podéis encontrar a los referentes del Servicio de Prevención de Adicciones de vuestro distrito a través del contacto: 699 480 480 o 91 480 00 80
Isabel Romero
Educadora Social del Servicio PAD
Carlos Javier Torrecilla
Educador Social del Servicio PAD