Desde el Servicio de Prevención de Adicciones, Servicio Pad, como ya adelantamos, estamos haciendo una serie posts con recomendaciones básicas para familias, relacionados con adolescentes y jóvenes, desescalada y riesgos asociados a conductas adictivas. Hoy hablaremos del consumo de alcohol en un formato concreto: el botellón.
El proceso de desescalada, nos sitúa en un nuevo escenario, en el que vamos recuperando algunas de las cosas que no estaban permitidas en la etapa anterior de confinamiento, fundamentalmente el poder salir a la calle en un primer momento y el poder reunirnos con amistades y familiares en una fase posterior. Es noticia y lo vemos con cierta frecuencia en los medios de comunicación y, directamente en nuestros barrios que algunos y algunas adolescentes y jóvenes están viviendo este proceso de una forma descontrolada y una de sus manifestaciones más importantes son los botellones, a los que se les ha denominado “botellones de reencuentro” y que han proliferado en las últimas semanas de una manera alarmante. Sabemos que comenzaron incluso antes de que estuvieran permitidas las reuniones y que continúan ahora en la que sí son posibles.
El motivo principal de alarma en el que se centran las noticias, es en el riesgo de no cumplir con las medidas de seguridad establecidas, pero desde Servicio PAD queremos dedicarle un espacio al botellón en sí mismo, al hecho de que se trata de una reunión de personas menores, adolescentes y jóvenes bebiendo grandes cantidades de alcohol en un espacio limitado de tiempo.
Este fenómeno no es nuevo, lleva décadas instalando en nuestro país, pero no por ello deja de ser preocupante. Se ha establecido como una práctica habitual de ocio, que se asocia a la diversión, a socializar, a pasarlo bien, pero siempre con la participación “obligatoria” del consumo de alcohol.
Son varios los factores que han contribuido a su expansión y que resultan atractivos para esta población:
- Suponen un espacio propio.
- Bajo coste de las bebidas.
- Alejados de los locales no hay restricción para las personas menores.
- Da una sensación de pertenencia al grupo por su vivencia compartida, se comparten gastos, se reparten bebidas y se bebe del mismo recipiente, etc. A la vez que se comparten experiencias sentimientos, etc.
En este momento además, se ha convertido en una muestra de libertad, en una especie de “premio” por las restricciones vividas y por una necesidad de compartir y de recuperar el tiempo perdido.
Pero no podemos olvidar que el alcohol es una sustancia ilegal para los chicos y chicas menores de 18 años, pero sigue siendo de riesgo más allá de esa edad. Los jóvenes y adolescentes están en pleno proceso de desarrollo mental, social, afectivo, físico y madurativo y el alcohol interfiere en estos procesos.
A nivel social, conocer a personas nuevas, compartir, hacer amistades, divertirse, relacionarse, emparejarse…. toma una gran importancia en sus vidas, pero no debe ser a través del alcohol. Si se utiliza como centro, como botón de encendido para el desarrollo de todos estos aspectos, le estamos damos un protagonismo que no debe tener y dejamos de lado las habilidades y aprendizajes que sí permiten llegar a esos objetivos y que se quedan atrás.
Y no nos olvidemos del impacto que puede tener en nuestra salud en forma de intoxicaciones o comas etílicos, y, además ahora , el gran riesgo de contagio de COVID-19 por compartir vasos, botellas, etc.
Pero también a nivel psicológico y cognitivo en esta etapa de la vida se afronta también el reto de generar una identidad propia, quién soy, qué quiero, cómo me relaciono, cómo me veo, cómo me valoro, cómo me cuido….. Cuando intentamos desarrollar todos estos aspectos en torno al consumo de alcohol nos encontramos que, dificultan y distorsionan nuestra percepción sobre nosotros mismos y nuestros aprendizajes.
Le atribuimos al alcohol una serie de mitos y unos poderes “mágicos”: de transformarnos en otras personas o de transformar las emociones o las situaciones, pero son poderes que no tiene o que solo le duran el tiempo de la intoxicación y después: ¿qué?
Todas aquellas habilidades sociales, la autoestima, el valor del cuidado por uno mismo, de sentirse parte de un grupo, dependen y se desarrollan gracias a otros factores. La familia, por supuesto participa en todos ellos ya que se trata de la plataforma de salida donde se aprenden y enseñan los valores básicos, donde aprendo a jugar, donde aprendo a respetarme, donde aprendo a cuidarme….Como padres y madres no debemos olvidar que tenemos un papel importante en el desarrollo de nuestros hijos e hijas que, favorecerá después el desarrollo de actitudes positivas hacia uno mismo y hacia su salud, haciendo que sea difícil creerse algunos de esos mitos que “nos vende el botellón”. Y por lo tanto mantenerse alejados de sus riesgos.
Inés González Galnares , Psicóloga clínica y Responsable del Dpto. de Orientación Familiar de Servicio PAD, María Bejarano López, Psicóloga y Orientadora Familiar del CAD de San Blas
(Fotografía: Revista de Policía Municipal de Madrid ‘Compromiso y Participación‘)