Un aspecto fundamental en las relaciones entre progenitores y sus hijos e hijas es el asunto de la confianza. “Según la sociología y la psicología social, la confianza es la creencia en que una persona o grupo será capaz y deseará actuar de manera adecuada ante una determinada situación y pensamientos”.
Podríamos hablar de dos tipos de confianza en la relación entre padres e hijos.
- Por un lado, la confianza que cada uno tiene en sí mismo. En el caso de los adultos de referencia, cuánto y de qué manera crees en tus capacidades y habilidades para afrontar diferentes retos en la educación. Y, en el caso de vuestros hijos/as, cómo se perciben a sí mismos, y cómo de competentes son a la hora de valorar sus virtudes y limitaciones.
- Por otro lado, podríamos hablar de la confianza en la otra persona. Como personas adultas, si se entiende que los hijos/as tienen los suficientes recursos personales para salir airoso/a de situaciones de consumo. Y, como hijo o hija, si se tiene certeza de que tu familia va a estar disponible cuando la necesites, y que, además, pueden o saben ayudarte.
A veces, cuando hay situaciones de consumo de drogas, los padres y madres pueden sentir que han perdido la confianza en sus adolescentes, aparece el miedo a que se repita, la sensación de no poder anticipar cómo pueden llegar a reaccionar o desenvolverse en situaciones similares.
La confianza está estrechamente relacionada con el miedo. El miedo es una emoción necesaria para la supervivencia, es la primera alarma de que algo puede suponer un peligro, si el miedo es entendido, aceptado y expresado, aflorarán sentimientos de seguridad, aunque me mantenga alerta. Cuando esto no ocurre, aparece el control, la supervisión extrema y la sobreprotección. Si el miedo pesa más que la confianza, puede provocar que la relación se deteriore con el tiempo, afectando a la confianza que tienen en vosotros y la por otro lado, la que tienen en ellos mismos, lo que hace que, como se ha comentado en otros posts, se vea afectada la autoestima de nuestros hijos/as.
Desde el Servicio de Orientación Familiar, queremos a invitaros a reflexionar sobre la diferencia que existe entre confiar en vuestros adolescentes y tener la seguridad de que no vuelva a hacer algo que no deseamos. Una persona, puede cometer errores, incluso puede que se vuelvan a producir situaciones de consumo, pero errar, no significa que no lo pueda conseguir, sino que se ha equivocado.
Confiar, en definitiva, no significa tener la seguridad de que no lo va a volver a hacer, sino que, tú le has enseñado buenos valores y que los ha aprendido.
La confianza significa también es creer en el trabajo que habéis hecho como figuras parentales, en los valores que habéis transmitido, en las enseñanzas familiares. Confiar es tener seguridad en el esfuerzo e implicación que has tenido desde que nacieron, y si crees que hay algo que queda pendiente, siempre se puede revisar cómo se lo vas a hacer entender. Recordad que son adolescentes, aún les queda por aprender muchas lecciones en la vida, y, seguramente algunas les costarán más o necesitarán ayuda.
Después de todo, si tú no confías en que pueden afrontar y salir airosos de determinadas situaciones. ¿Quién lo va a hacer? No es fiarte de que hagan siempre lo correcto, (esto es imposible), sino que tengan herramientas para poder tomar buenas decisiones, que tengan recursos personales suficientes y si se han equivocado que puedan recapacitar.
¿Cómo lo veis? ¿Os ha pasado? ¿Habéis tenido la sensación de haber perdido la confianza en vosotros y vosotras o en ellos y ellas?…
El Servicio PAD está a vuestra disposición. ¡Podemos ayudarte!
Carolina del Pozo
Orientadora Familiar del Servicio PAD