En los últimos años, el concepto de «crianza positiva» ha ganado relevancia frente a la tradicional autoridad parental, que durante mucho tiempo ha predominado en la crianza. Pero ¿qué significa realmente la parentalidad positiva y cómo influye en la prevención del consumo de sustancias?
La parentalidad positiva se basa en el ejercicio de la crianza respetando los derechos de niños y niñas, educándolos sin castigos físicos o psicológicos, y promoviendo su desarrollo y bienestar personal y social.
Este enfoque fomenta un ambiente familiar basado en la comunicación, el afecto y el respeto, elementos clave para el crecimiento emocional saludable de los hijos e hijas.
Principios de la crianza positiva
- Vínculos afectivos cálidos, protectores y estables: los niños y niñas se sienten aceptados y queridos.
- Comunicación efectiva basada en la negociación y la comprensión mutua.
- Entorno estructurado con normas y valores claros, establecidos a través de rutinas y hábitos.
- Estimulación y apoyo al aprendizaje, fomentando la motivación y el desarrollo de habilidades.
- Reconocimiento del valor de los hijos e hijas, con acompañamiento e implicación en su día a día.
- Capacitación de los menores como personas activas y competentes.
- Educación sin violencia, evitando castigos físicos o psicológicos.
Cómo protege la crianza positiva del consumo de sustancias
Numerosas investigaciones han demostrado que la familia es un factor clave en el desarrollo de la personalidad y en la adopción de pautas de comportamiento. Los padres y madres actúan como modelos para sus hijos e hijas, influyendo en su forma de relacionarse con los demás y en su toma de decisiones.
Los estilos de crianza tienen un impacto directo en la probabilidad de que los adolescentes adopten conductas de riesgo, incluyendo el consumo de sustancias.
Mientras que la crianza positiva actúa como un factor protector, promoviendo la autonomía, la autoestima y la toma de decisiones responsables, un estilo autoritario basado en la imposición de normas sin diálogo puede generar distanciamiento emocional y aumentar el riesgo de que los jóvenes busquen refugio en conductas adictivas.
Ejerciendo una crianza positiva, no solo fortalecemos la relación con nuestros hijos e hijas, sino que también les proporcionamos herramientas emocionales para afrontar los desafíos de la adolescencia.
Invertir en este estilo de crianza es invertir en su bienestar presente y futuro.
Clara López González
Psicóloga y Orientadora Familiar del Servicio PAD