Aunque la adolescencia es una etapa de la vida en que las personas pueden sentir la necesidad de separarse del tronco familiar –y a veces lo hacen con conductas de consumo y quebrantamiento de normas–, los progenitores no debemos renunciar a promover y organizar actividades de ocio familiar compartido. Apuntamos a continuación algunos de los indudables beneficios:
- El compartir dentro del grupo familiar un pasado, una historia, anécdotas y actividades es una forma de renovar y potenciar el aprecio mutuo. Algunas ideas: ver todos juntos fotos y videos familiares, o una serie, un partido de fútbol o una película en familia.
- Con el ocio compartido nos sentimos singulares por lo que hacemos y sobre todo por “cómo lo hacemos”, aportando toda nuestra creatividad en la consecución del producto o labor. Por ejemplo, proponer la elaboración de un plato en unas fiestas populares del pueblo de donde son los abuelos, o cocinar juntos para la fiesta de los amigos de uno de los hijos.
- Sirve también de entrenamiento para adquirir las habilidades sociales necesarias para saber cómo comportarse cuando se sienten angustiados o agobiados, de manera que no pierdan el control de sí mismos en entornos desconocidos. Y obtenemos información de los logros obtenidos por unos y otros. Puede ser una excursión en bicicleta, apuntarse juntos al gimnasio, o ir de compras.
- Casi todas las actividades de ocio requieren de unas pautas, de unas normas y de una organización. Por tanto, sirve también para acostumbrarse a organizar, planificar, resolver problemas, acatar normas y valorar el respeto hacia los demás. Todo ello redundará muy positivamente respecto al cumplimiento de horarios y favorece enormemente la comunicación.
Sin duda, compartir el ocio en familia ayuda a todos sus miembros a desarrollar su capacidad de trabajo para conseguir objetivos y ser conscientes de lo que estos significan. La comunicación se hace más efectiva porque cuando nos divertimos los reproches y la angustia quedan fuera. La comunicación es directa (en un juego de mesa, por ejemplo). No hay intermediarios. Aprendemos a conocernos mejor desde la necesidad de disfrutar. Todos tienen un espacio donde opinan sobre la actividad, por lo que es fácil crear una atmosfera adecuada para expresarse.
El ocio facilita la escucha y que hablemos desde el corazón, y ayuda a mantener una actitud asertiva y mostrar empatía. Son actitudes que contribuyen a crear un buen clima de diálogo en casa. En el juego compartido se establece un orden, unos roles y unas jerarquías que hay que respetar, un aprendizaje que será bueno para todos los órdenes de la vida, presente y futura.
Te animo a que lo pruebes.
Carmen Méndez
Terapeuta Ocupacional del CAD de Latina