Según la Encuesta ESTUDES que desarrolla el Plan Nacional sobre Drogas, la prevalencia de consumo de cannabis entre los estudiantes de Enseñanzas Secundarias de 14 a 18 años en el año 2021 se puede decir que está en una tendencia descendente. Si se analizan los datos pormenorizadamente se puede ver lo siguiente en relación con el consumo:  Alguna vez en la vida lo consumen un 28,6%, en los últimos 12 meses, un 22,2%, durante los últimos 30 días 14,9% y la edad de inicio del consumo se situaría en torno a los 14,9 años.

No obstante, los datos arrojan que un porcentaje numeroso de las personas en la adolescencia han tenido un acercamiento al consumo de cannabis, esta circunstancia se da por múltiples factores.  Hoy desde aquí queremos revisar la importancia que tiene uno de esos factores como son las informaciones que se manejan y los mitos en relación con el cannabis que funcionan como elementos normalizadores de la conducta y por tanto facilitadores de esta:

Asociación indivisible entre natural y no perjudicial: “Es natural, se extrae de una planta”. Sabemos que el cannabis posee una serie de componentes químicos que se han demostrado que son neurotóxicos con capacidad para generar adicción y consecuencias negativas muy serias como la precipitación de trastornos psicóticos.

Se agarran a su uso médico como justificación: “Se utiliza para tratamientos médicos no puede ser malo”. Para la obtención del principio activo a nivel farmacológico o terapéutico se produce una modificación, por lo que los medicamentos no contienen los mismos componentes que el cannabis que se consume.

No ven las consecuencias inmediatas y minimizan sus riesgos. “No tiene síndrome de abstinencia, así que no afecta al organismo”. Esta información no es correcta ya que el cannabis se mantiene en el organismo más tiempo, por lo que la ausencia de la sustancia no tiene una manifestación tan brusca como en otros casos. Lo que no le resta ni riesgos ni consecuencias negativas.

Asocian el riesgo a otra sustancia: “De un porro, lo más peligroso es el tabaco”. Efectivamente el tabaco tiene conocidos efectos negativos en el organismo, pero el cannabis también los tiene y no solo físicos, sino cognitivos, conductuales y emocionales. Por supuesto la suma de ambos le añade más riesgos.

Le atribuyen aspectos beneficiosos erróneos: “Limpia los pulmones”. Esto es imposible, ya que se está inhalando humo y este siempre es tóxico. Unido al tabaco perjuicio doble.

– “Me ayuda a concentrarme o a ser más creativa”. Esas habilidades se pueden y deben desarrollar y potenciar sin recurrir al consumo.

Desde la familia podemos contribuir a generar mensajes preventivos que influyan en la percepción del riesgo que se pueda tener del consumo. Además, también podemos actuar siguiendo estas pautas:

– Infórmate y háblale específicamente de las consecuencias del consumo: a cualquier forma de consumo de cannabis.

– Identifica y ayúdale a desmontar falsos mitos y creencias erróneas: poniendo énfasis en justificaciones desde lo natural y terapéutico.

– Cuidado con los mensajes no preventivos: “no es para tanto”, “yo también fumaba y mírame ahora“.

– Actúa como modelo y ejemplo positivo: no permitas el consumo en casa por parte de nadie.

En el ámbito familiar se pueden producir las circunstancias adecuadas para generar mensajes que nos ayuden a la prevención del consumo de cannabis entre la población adolescente. No está todo perdido en cuanto a la educación tanto en valores como en herramientas y habilidades para la vida frente a los mensajes que llegan desde el grupo de iguales y desde la sociedad. Está en las manos de las familias decidir qué mensajes se quieren trasladar.

Y si lo necesitas, ¡podemos ayudarte!

César Gil Ballesteros

Psicólogo y Orientador Familiar  del Servicio PAD