Durante los nueves meses que dura el curso escolar, alumnos y alumnas de todas las edades comparten estudios, juegos y salidas de ocio. En resumen, conviven, y como en toda convivencia se producen momentos de tensión. Para prevenir conflictos y para evitar conductas de riesgo en las que el alumnado pueda resultar perjudicado, dañado o herido está la importante figura del Agente Tutor.
Su misión es la de proteger y velar por los intereses de chicas y chicos, adentrarse en su mundo para advertirles acerca de los peligros que les pueden acechar y, al tiempo, instruirlos para que sean capaces de solucionar sus problemas por sí mismos de forma pacífica y dialogante. Y, claro está, para que no sean quienes los provoquen.
El Agente Tutor trabaja para ser uno más entre ellos y ellas, para ganarse su confianza y poder hablar de las cuestiones que les preocupan en sus relaciones personales y sociales, de sus inquietudes y expectativas de futuro. Esta atención a los y las menores es una tarea integral. Esto es, después de las horas lectivas, los Agentes Tutores acuden a las zonas de ocio, a los parques, a los salones ciber, a las plazas donde se reúne la gente joven. Estos lugares de encuentro son un magnífico contexto para seguir en contacto, para hablar y debatir sobre cómo divertirse sin caer en una adicción o en una relación problemática, sin molestar a sus amistades ni al vecindario.
Los Agentes Tutores están con alumnos y alumnas, con sus familias, con los y las docentes y con el resto de la sociedad para resolver dudas, para escuchar y aconsejar, para enseñar a eludir un problema antes de que surja. Pero si ocurre, si hay un peligro social o personal, los Agentes Tutores intervienen aplicando la ley o colaborando con las instituciones de la manera más conveniente para su protección. Ya sea con los servicios sociales, la propia familia, educadores/as o los servicios de salud municipal.
Esta manera de custodiar y salvaguardar a la población escolar forma parte de los principios de la policía comunitaria, pues no basta con hablar con las AMPAs, con el profesorado o con cualquier otra persona que tenga participación en la vida educativa, social o familiar de niños, niñas y jóvenes. Es una forma de entender la actividad policial que va más allá de la labor que realizan las personas involucradas en lo que llamamos comunidad educativa.
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Trabajar como policía comunitaria implica estar abierto a la crítica, pedir opinión y escuchar, y tener en cuenta al otro, al conjunto de la ciudadanía que convive en los barrios de nuestra ciudad.
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Trabajar como policía comunitaria significa sustituir la reacción ante las emergencias por la prevención ante los problemas, ofreciendo respuestas satisfactorias y duraderas a las demandas para conseguir mejor y mayores niveles de seguridad y calidad de vida.
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Trabajar como policía comunitaria exige unir esfuerzos para lograr una ciudad integradora y más segura.
Y recuerda, si no puedes hacerlo solo o sola, en Servicio PAD, prevenimos y tratamos las adicciones en adolescentes y jóvenes del consumo de alcohol y/u otras drogas, del uso abusivo de la tecnología o con riesgos o problemas asociados al juego de azar.
¡Llámanos! 699 480 480
Javier Gómez Gallardo
Jefe Adjunto de la Unidad de Convivencia y Prevención
Policía Municipal de Madrid