La etapa adolescente se caracteriza, entre otras cosas, por la búsqueda de nuevas sensaciones, necesidad de gratificación, implicación social, aumento de la intensidad emocional y exploración creativa…, nuevas vivencias que en ocasiones pueden conllevar riesgos…

Por ello, el inicio en el consumo de sustancias en la adolescencia tiene riesgos especialmente por estas características. Dejándose llevar tanto por la intensidad como por la novedad, atraída por lo desconocido, la persona adolescente puede experimentar un fenómeno de “atracción” hacia los efectos que produce el consumo de sustancias, pudiéndose convertir este en un hábito o “relación tóxica”.

De esta manera, el avance de la conducta de riesgo hacia una posible conducta adictiva, en el proceso adictivo, aunque no es de un día para otro, ocurre sin que haya conciencia del riesgo, ni de las consecuencias que pueden acarrear en su vida, ni en su entorno.…

 

El corazón me late tan deprisa como el rayo, cada vez que se acerca a mi…reflexionaba la joven.

Ya tuvo la oportunidad de conocerle cuando se lo presentaron un día en el parque de abajo de su casa. Ella nunca imagino lo que sucedería después…Se acercó a él con precaución, timidez y cautela pero obviamente no quiso que se diera cuenta de su miedo y se mostró en apariencia decidida y convencida de lo que iba a conocer. Al fin y al cabo se lo presentaron unas amistades nuevas que no quería defraudar y deseaba sentirse aceptada.

Minutos después sintió que iban a ser grandes “amigos”, en pocos segundos le hizo sentir tranquilidad, evadida de su alrededor y con una sensación de buen rollo desde el inicio. Ella comentó “¿cómo no lo he conocido antes?”

No pasaron muchos días cuando después de unos resultados de exámenes suspensos y la correspondiente bronca familiar se acordó de “su amigo del parque”, quería volver a sentirle y que le hiciera sentir como días antes, así fue y así paso  “la primera señal del enamoramiento la atracción en la que hay algo en él que le hace tener ganas de saber más de él, conocerle, pasar tiempo juntos. Esta atracción cada vez era más constante y cada vez más intensa.

Sin apenas darse cuenta comenzaba a idealizar ese momento. Llegó el momento de contárselo a sus amigos y amigas del barrio, los de confianza, los que te conocen.

Ella sintió la necesidad de que lo conocieran, se lo presentó y en ese momento alguien le dijo – uff no me gusta mucho para tí, otros le decían – esos al principio son muy majos y luego te piden que estés todo el día con él, y otra amiga le dijo una vez que ella lo conoció- tía es genial, te va hacer sentir bien, sobre todo cuando más agobiada estés…

 Poco a poco se dio cuenta que no podía vivir sin él y se cuestionó que dejaba muchas otras cosas de su vida sin hacer, le gustaba el baile, el baloncesto pero lo que más, era estar con su hermana pequeña. “¿Qué estaba pasando con todo aquello?”, se preguntó.

Por otro lado los mensajes que recibía de su familia era: “estas siendo irresponsable, no cumples con las normas de casa, estás suspendiendo muchas asignaturas, cada vez estas más fría y distante…” Ella comprendía que algo no iba bien pero tardó en localizar quien estaba siendo su mayor enemigo.

 Ese enamoramiento era ideal, atractivo, donde encontrar los desperfectos era difícil. Poco a poco empezó a ser consciente que en la vida todo tiene una cara B, nada es perfecto e incuestionable. Lo más difícil viene ahora, cuando se dio cuenta que tenía que actuar, hacer algo con ese “amor” que le estaba arrancando el juicio, arrancando sus metas, alejándose de sus objetivos.

La vida va y viene y no se detiene y con ello las responsabilidades, hábitos diarios, cumplir normas junto con el deseo constante e irrefrenable de estar con, se convirtió en una rueda peligrosa.

Se preguntaba: “¿Qué fue de la ilusión y de lo bello que es vivir cuando en mi habitación apenas sale el sol?”

Ese amigo, ¿quién es ese amigo? Le preguntó Ana.

A lo que ella respondió: se llama cannabis y quiero dejarlo de lado porque en algún momento pensé que me ayudaba y lo creí fehacientemente pero hoy me doy cuenta que su compañía me hace entregarle mis emociones, mis objetivos, mis metas y hasta tanto se ha llevado que apenas sé quién soy y aquí estoy con el “corazón partío”, deseando que alguien me acompañe en este frío y me ayude a sentir el calor por mí misma que hace tiempo he perdido.

 

Desde el minuto que se acepta consumir, existe la posibilidad de iniciar una escalada en el proceso adictivo. El enamoramiento inicial en el que todo parece idílico, donde solo se vive lo positivo y se siente control, según avanza, se torna en pérdida del control. Se aumenta el tiempo y dinero al consumo y se empieza a restar tiempo o a abandonar relaciones, actividades de ocio, estudios, etc. Finalmente, ya no se obtiene placer, se quiere salir, pero la persona siente que está atrapada.

 

Los adultos de referencia, familias, docentes o profesionales de referencia, no podemos obviar que la adolescencia es una etapa especialmente vulnerable por el propio proceso de maduración. Conscientes de que la persona adolescente al dar el primer paso asume un primer riesgo, que aumenta según va subiendo, debemos estar atentos y acompañar especialmente en esta etapa vital “abriendo” los ojos y oídos ante cualquier señal de alarma que pueda comprometer su maduración.

 

  • Sin restar importancia a la normalización del consumo.
  • Sin buscar culpables ni responsabilizar a otros adolescentes de la decisión de consumir.
  • Sin dar por hecho que el/la adolescente tiene una adicción, sino que está iniciando en un proceso que puede acabar en el desarrollo de una adicción.
  • Sabiendo que sea cual sea el punto en el que esté de la escalada, si se sube, se puede bajar.
  • Actuando de manera cercana y empática, sin juzgar. Y escucharles…
  • Somos sus referentes y ante una sospecha o evidencia de consumo, buscad ayuda.

 

No estás solo, ni sola,

No estáis solos, ni solas,

Desde Servicio PAD estamos a vuestro lado.

 

Isabel Romero Carmona y Carlos Javier Torrecilla Ramírez

Educadores Sociales de Servicio PAD