En los últimos años, en el Servicio de Prevención de Adicciones de Madrid Salud estamos observando una preocupante tendencia en alza y es el incremento notable de casos de adolescentes y jóvenes que se autolesionan. Lo cierto es que no es un fenómeno que observemos únicamente en nuestro servicio, sino que las cifras de autolesiones en adolescentes están aumentando de forma alarmante en los últimos años. 

Las autolesiones son lesiones sin ideación suicida, es decir, acciones en las que la persona se infringe a sí misma dolor de forma superficial sin el objetivo de provocar la muerte. Generalmente las personas que llevan a cabo este tipo de acciones tienen dificultades para manejar o regular sus emociones. 

Entre las diferentes formas de autolesión, el cutting es una de las más frecuentes. Consiste en realizarse cortes a sí misma con algún instrumento afilado (cuchillas de afeitar, cuchillos, agujas o alfileres, etc.) en brazos, piernas, u otras partes del cuerpo. Otras formas de autolesión son los arañazos, quemaduras, golpes, etc. 

Las autolesiones son más frecuentes en adolescentes que presentan problemas emocionales: ansiedad, tristeza, problemas conductuales, conflictos familiares, consumo de sustancias o han sido víctimas de acoso o abusos sexuales, etc. En muchas ocasiones cuando una persona se autolesiona, está intentando liberarse del dolor o malestar emocional a través del dolor físico. Funciona como un mecanismo que les permite evadirse, a través del cual liberan tensión, estrés y disminuyen esos sentimientos negativos.

Muchas de las personas que se autolesionan explican que lo hacen porque no se sienten capaces de afrontar emociones intensas como la tristeza o la ira, y la autolesión cumple la función de reducir, gestionar o escapar de estos sentimientos. Es esencial valorar qué se esconde tras una autolesión, que sería solo el síntoma visible de algo mucho más profundo: problemas de ansiedad, depresión, baja autoestima, problemas de salud mental u otros problemas que estén afectando a la persona. 

Como familias es difícil asumir que tu hijo o hija adolescente pueda estar autolesionándose, pero si en algún momento tienes sospechas de que pueda estar ocurriendo, es importante que no le restes importancia. Las autolesiones constituyen una señal de alarma que no debemos desatender o ignorar, sino darles una dimensión ajustada y atenderlas de inmediato. Nos alertan de un malestar emocional significativo, problemas psicológicos, de relación o de adaptación, que requieren la valoración de un o una profesional. 

Desde la familia también podemos ofrecer ayuda:

  • Es normal que os sintáis abrumados/as ante la situación pero es importante mantener la calma y promover un diálogo abierto en el que la escucha sea activa, y no existan juicios ni reproches. Las críticas y las reacciones dramáticas y exageradas, no te ayudarán. Lo más probable si reaccionas de esa forma es que la persona se cierre y se aísle. Si quieres ayudarle es importante que te centres en saber cómo se siente y qué es lo que ocurre para que lleve a cabo este tipo de conductas. 

  • Reconoce y comprende lo difícil que puede ser hablar sobre la conducta autolesiva. No busques información sobre detalles de las lesiones o comportamientos específicos. En lugar de eso, dialoga con él o ella sobre cómo se siente y cómo puedes ayudar para que se sienta mejor. Si no quiere hablar contigo, ofrécele alguien con quien hablar.

  • Hazle saber que estás a su lado, mostrando disponibilidad emocional, seguridad y apoyo incondicional. Necesita saber que puede acudir a ti siempre que lo necesita y que le ofrecerás afecto, sostén emocional y apoyo. Es importante que sepa que no está sola/o, conviértete en su “lugar seguro”.

  • Evita las amenazas y los ultimátum «deja de hacerlo o si no…» ya que raramente son efectivos, y pueden provocar comportamientos más desadaptativos, distanciarse y aislarse.

  • Es importante buscar ayuda profesional que pueda ayudarle a entender por qué se autolesiona, y también ayudarle a manejar las emociones que le hacen daño y desarrollar nuevas habilidades de afrontamiento que resulten más adaptativas.

  • Intenta mostrar una conducta positiva, transmite que será capaz de afrontar este problema, que las cosas se resolverán y que cuenta con el apoyo de su familia y con ayuda profesional. No proyectes tus miedos, ni presupongas cosas. Si quieres saber algo, pregúntaselo. 

  • Una manera de prevenir la aparición de este tipo de conductas es aumentando y mejorando la comunicación con nuestros hijos e hijas. Promoved y enseñadles desde la infancia a expresar sus emociones y temoresDesde la educación en casa podemos incidir en algunos aspectos que les ayudarán a afrontar de forma más saludable las emociones y/o situaciones difíciles como el refuerzo de la autoestima, el afecto, la tolerancia a la frustración, o inculcarles los valores  como el respeto o la empatía, etc. 

“Tengo la teoría de que cuando uno llora, nunca llora por lo que llora, sino por todas las cosas por las que no lloró en su debido momento.” 

Mario Benedetti.

Rocío Gangoso Vega

Psicóloga y orientadora familiar del Servicio PAD