Hoy día a nadie se le ocurría dar a su hijo o hija un vasito de Quina Santa Catalina, ese vino quinado que era medicina y golosina y que daba unas ganas tremendas de comer, como se “vendía” a las familias en los años 50 y 60. Pero tras esto, llegó el trocito de pan mojado en vino para merendar, el “culín” del vaso de Anís del Mono o la primera cerveza.

Y así, sorbito a sorbito, hemos ido normalizando el consumo de alcohol en los hogares durante las últimas décadas. Bebemos alcohol para comer, para cenar; bebemos para celebrar y bebemos para ahogar las penas; bebemos con la familia, con los amigos y, lo que es peor, bebemos en soledad.

El 82,7 % de los hombres entre 15 y 65 años lo ha hecho en los últimos doce meses en España, según la recién publicada encuesta EDADES 2018-2019 hecha por el Plan Nacional sobre Drogas.

La edad media de inicio de consumo en el país es a los 14 años. El 75,9 % de los estudiantes de 14 a 18 años reconoce haber consumido alcohol en los últimos 12 meses, y el 32,3 % haber hecho binge drinking.

El binge drinking o mucho consumo en poco tiempo

Pero ¿qué es el binge drinking? La traducción más literal del término anglosajón sería consumo “por atracón”, es decir, el consumo o ingesta de la mayor cantidad posible de alcohol en el menor tiempo posible. El objetivo es conseguir los efectos deseados de la sustancia, es decir, la embriaguez, de la forma más rápida.

El Plan Nacional Sobre Drogas ha establecido que el binge drinking es el consumo de cinco o más bebidas en el caso de los hombres y al menos cuatro por parte de las mujeres, en el plazo de dos horas.

La razón de esta diferencia, como nos explica Ana Ordóñez Franco, médico especializada en Adicciones y responsable del Departamento de Prevención del Instituto de Adicciones de Madrid Salud, es que las mujeres genéticamente tienen una cantidad menor de la enzima que se encarga de metabolizar el alcohol (alcohol-deshidrogenasa), lo que hace que los efectos de este en su organismo sean más intensos y duren más tiempo. Aunque estos efectos también van ligados al peso de la persona y a su porcentaje de grasa corporal.

Este patrón de consumo etílico “por atracón” se ve favorecido por el fenómeno del botellón, práctica que ha sido incorporada y normalizada ya desde hace décadas por nuestros adolescentes y jóvenes como una forma más de ocio. Tanto que, a nivel nacional, esta práctica se ha triplicado desde 2003.

Baja percepción de riesgo

Indiscutiblemente, los adolescentes y jóvenes van a seguir reuniéndose para tener un espacio propio, diferenciado de sus adultos de referencia, fin de semana tras fin de semana. Ni la prohibición ni las multas van a cambiar la baja percepción de riesgo que tienen los menores del alcohol, ni van a ayudar a reducir daños. La clave, como siempre, es la prevención.

Las personas jóvenes no asocian este tipo de consumo con “tener problemas con el alcohol”, de hecho, su argumento más frecuente es que lo hacen para divertirse y que pueden dejar de hacerlo cuando quieran. Y, según Ordóñez Franco, lo demuestra el hecho de que entre semana –de domingo a jueves– muchos de ellos se mantienen abstinentes. Sin embargo, la ingesta elevada de alcohol en poco tiempo puede causar lesiones gástricas, hepáticas y vasculares, además de ser un factor de riesgo para el desarrollo de futuros problemas con la bebida.

¿Cuáles son los riesgos del atracón? Todos. A corto y largo plazo. El alcohol es una droga. Es una sustancia depresora del sistema nervioso central, es decir, que provoca que nuestras funciones vitales se ralenticen.

En un primer momento, podemos sentir euforia o estimulación si no hemos bebido mucho. Pero, poco a poco, todo nuestro cuerpo irá cada vez más despacio y esto nos provocará, por ejemplo, dificultad para hablar, para andar, disminución del nivel de conciencia… Incluso un coma etílico y parada cardiorespiratoria.

El 25,8 % de los adolescentes de 14 años ya ha sufrido una intoxicación etílica alguna vez en su vida, con 15 años es un el 40,9 %; y a los 16 años ya son más de la mitad los jóvenes que han experimentado una borrachera: el 57,4 %.

Por otro lado, el consumo “por atracón” en adolescentes y jóvenes puede afectar, a largo plazo, tanto en su desarrollo cerebral como en el daño que se produce en su hígado, ya que son órganos que están siendo afectados por una sustancia irritante, el etanol, que está dañando las células de unos órganos aún no maduros.

Además, al ser una sustancia inhibidora, favorece que se den comportamientos de riesgo de todo tipo, como los relacionados con los accidentes de tráfico, los abusos sexuales o conductas violentas, la mezcla con otras sustancias –como bebidas energéticas u otras drogas– las relaciones sexuales de riesgo sin la protección adecuada, etc.

Ocio recreativo y consumo de drogas

¿Por qué beben los jóvenes? Para casi el 70 % de ellos es un acto social. El alcohol facilita las relaciones sociales y anima las fiestas, e incluso un 32 % confirma que le gustan sus efectos.

A esto se debe añadir la facilidad de acceso que tienen los menores para conseguir alcohol. En la ciudad de Madrid un 72 % de los menores que habían consumido alcohol en los últimos 30 días lo habían adquirido en comercios de proximidad (tiendas de barrio, colmados, bodegas, etc.) y otro 51,3 % en supermercados, aún estando prohibida su venta a menores de 18 años.

Aunque sin duda estamos en una tendencia estable con respecto a los últimos años, los valores de consumo siguen siendo muy altos, especialmente los relacionados con el consumo intensivo o consumo de riesgo.

Por ello, es fundamental el trabajo de prevención por parte tanto de las familias como de centros escolares o demás profesionales que trabajan con adolescentes y jóvenes para prever posibles riesgos asociados a este consumo “por atracón” y, en caso de consumo, reducir daños.

Así se puede (intentar) evitar

Así que, de cara a esta Navidad, aunque no estén dentro de la normalidad que las caracteriza, debemos plantearnos una serie de pautas en casa:

  1. Como referentes para nuestros hijos e hijas, debemos dar ejemplo de un consumo responsable en estas celebraciones.
  2. Tenemos que interesarnos por conocer cuál es el plan o evento que han organizado, con quién y dónde, para poder hablar con ellos sobre las medidas de seguridad y prevención.
  3. Es muy importante que desmitifiquemos muchas de las afirmaciones que se presuponen en relación al alcohol, como que “no es una droga”, que “todo el mundo bebe y no pasa nada” o que “la cerveza no es alcohol”.
  4. Hay que ofrecerles alternativas de ocio saludable y vías de diversión, especialmente con planes familiares.

 

Que sepan que, aunque sean mayores de edad, si van a beber, con el alcohol siempre menos es más.The Conversation

Laura Cuesta Cano, Responsable de Comunicación y Contenidos Digitales en Servicio PAD. Profesora, Universidad Camilo José Cela

Este artículo fue publicado originalmente en The Conversation. Lea el original.