Hoy día, vayamos donde vayamos, allá donde posemos la mirada, encontraremos a alguien mirando absorto una pantalla. En el transporte público se observa a l@s viajero/as enfrascados en sus dispositivos, exactamente igual que l@s pasajero/as  de los vehículos privados. Y, además, si los usuarios son  niñ@s y adolescentes, nos sorprende la facilidad y la gran destreza técnica con que manejan los ‘gadgets’ tecnológicos, como si fuera una capacidad innata de las nuevas generaciones.

Continuamente, somos testigos de cómo niñ@s y adolescentes desarrollan con rapidez destrezas y habilidades crecientes en el manejo de la tecnología. En cuanto l@s menores conocen estos dispositivos, requieren a sus progenitores que se los compren, y a partir de ahí le dedicarán cada vez más tiempo. Así pasan del ordenador de sobremesa al portátil y del teléfono fijo a un móvil básico o de un modelo anterior reciclado a los ‘smartphone’ de última generación con conexión a Internet.

En ocasiones usan diferentes dispositivos de forma simultánea. Por ejemplo, un/a adolescente consulta las dudas en Internet mientras hace los deberes y al tiempo mantiene los perfiles de sus redes sociales abiertos, leyendo y respondiendo los mensajes que recibe en tiempo real. Según cuentan l@s propi@s adolescentes, quieren estar conectados a sus círculos sociales para no perderse nada de lo que ocurre y no quedar excluido del grupo.

Es muy posible que l@s menores y adolescentes superen en conocimientos técnicos a sus padres y madres, e incluso que éstos recurran a sus hij@s para solucionar dudas tecnológicas.  Pero debemos preguntarnos si la destreza técnica y habilidad para el uso de las herramientas digitales garantiza un buen criterio a la hora de utilizarlas. En este apartado, los padres y madres sí somos los más indicados –y debemos hacerlo– para marcar pautas de actuación, independientemente de nuestros conocimientos técnicos. Estamos hablando de educar a nuestr@s hijos e hijas en una conducta de la misma forma que lo hacemos en otros comportamientos. En esta responsabilidad es importante seguir algunas pautas:

  • Generar el desarrollo de un clima afectivo que nos permita transmitir confianza a los hijos/as para abordar cualquier duda sobre las nuevas tecnologías.
  • Participar en las actividades lúdicas con nuestros hijos/as, navegar con ellos/as, jugar con ellos/as, interesarse por sus inquietudes y curiosidades.
  • Ser conscientes de que somos modelo de referencia también en el uso de las nuevas tecnologías.
  • Pactar horarios y usos siendo coherentes con los acuerdos alcanzados.
  • Complementar las actividades de ocio con otro tipo de actividades que impliquen interacción cara a cara
  • Concienciar que la vida virtual tiene sus propias reglas de juego y que no tienen por qué coincidir con la realidad.
  • Dar la importancia necesaria en cuanto a la transmisión de información sensible por medio de las nuevas tecnologías: fotos, mensajes, datos personales, etcétera

Tal vez pertenezcamos a esa generación que ha tenido que adaptarse a cambios vertiginosos en cuanto al uso de las herramientas tecnológicas. Hemos pasado de no conocer prácticamente la existencia de los ordenadores a utilizarlos de manera habitual  en nuestro puesto de trabajo, o de de disponer de un teléfono fijo para toda la familia a un aparato ‘inteligente’ y privado en nuestro bolsillo que nos permite comunicarnos con cualquier parte del mundo en todo momento. Si hemos desarrollado la capacidad de aprender a usar estas tecnologías y adaptarnos a la nueva era digital, ¿cómo no vamos a aprender cuál es el uso adecuado de los dispositivos en cada edad y momento de la vida y transmitírselo a nuestro/as hij@s?

¿Quién dijo miedo?

Y recuerda, si no puedes hacerlo solo o sola, en Servicio PAD, prevenimos y tratamos las adicciones en adolescentes y jóvenes del consumo de alcohol y/u otras drogas,  del uso abusivo de la tecnología o con riesgos o problemas asociados al juego de azar.
¡Llámanos! 699 480 480

César Gil

Psicólogo y Orientador Familiar

Servicio de Prevención de Adicciones