La familia es un pilar fundamental, es el lugar en el que crecer, aprender y desarrollarse y es un complemento y un refugio que nos acompaña toda la vida. Pero no es un camino de rosas. Especialmente quiero destacar el papel de los padres y madres, quizá uno de los trabajos más difíciles del mundo.

Nadie nos prepara suficientemente, para esta tarea y además, hay demasiados ingredientes: tus aprendizajes, modelos de referencia, el momento personal y vital que estés viviendo, el contexto social y económico, las personas que te rodean. Y las características concretas de tu hijo: habilidades, emociones, carácter.

¿Cómo manejar todo eso? Es difícil, y no existen libros de instrucciones. Y si los hubiera, cada hijo necesitaría, por lo menos un capítulo distinto.

Hago esta reflexión, porque para hablar del papel de la familia en la prevención y el abordaje de las adicciones, es muy importante hablar de la propia familia, de lo que vive y siente durante ese proceso y ayudarles no solo a entender y manejarse con el fenómeno de las conductas adictivas, sino con sus propios pensamientos y sentimientos.

Algunas de las frases que más he escuchado, como profesional, a lo largo de los años, sobre todo de las madres y padres es: ¿Qué hemos hecho mal? ¿Cómo no lo hemos visto venir? o frases de este tipo. A pesar de que como decía, la tarea de ser padres es complicada y cada uno intenta hacerlo lo mejor que sabe o las circunstancias le dejan. Cuando las situaciones se complican, como es el caso de las adicciones, afloran muchos malestares, que se quedan instalados. Uno de los más dolorosos es el sentimiento de culpa.

¿Os sentís así ahora?,¿Os hacéis estas preguntas? ¿Lleváis tiempo dándole vueltas a cosas como esta?. Lo que me gustaría deciros, en ese caso, es que NO debemos poner la mirada en el pasado, NO podemos volver atrás, NO podemos cambiar nada de lo que ya está hecho, pero SÍ podemos cambiar el presente y el futuro.

Aquí siempre podremos hacer algo, podemos tratar de que las cosas sean distintas y si no son distintas, que sean menos difíciles, y sin son difíciles, que sean menos frecuentes, y si no puede ser, si no podemos modificar nada de fuera, siempre podremos cambiar la forma en que las abordamos, podemos aprender a vivirlas las cosas de otra manera, a que sean más llevaderas, o a que nos afecten y nos condicionen menos. Y siempre, siempre, podemos crear cosas nuevas, buscar otros escenarios, otras vivencias, que puedan eclipsar a estas, que nos hacen sufrir.

El objetivo será, entonces, el cambio. A veces no nos damos cuenta, pero nos sentamos a esperar que las cosas cambien solas o nos esforzamos mucho, pero remamos en redondo. O pensamos que el cambio solo puede venir desde fuera, de otras personas.

Esto no es así, os pongo un ejemplo para explicarlo con las matemáticas, con una suma 3+1=4. Si cambias cualquiera de los números que suman, el resultado nunca será 4 y esta posibilidad de cambiar el resultado, lo puedes hacer con cualquiera de las dos cifras. En la vida esta regla también funciona. Ahí tienes el cambio y ¡¡¡ está en tu mano!!!

¿Cómo se hace? ¿Cómo se cambia? Podemos empezar por deshacernos del doloroso sentimiento de culpabilidad. Los seres humanos no podemos decidir lo que nos viene a la mente o que sentimientos nos provocan determinadas situaciones, pero si podemos decidir cuales se quedan con nosotros y cuales rechazamos.

La culpabilidad, hay que rechazarla, no vale para nada, solo hace daño. Y además no viene sola, casi siempre trae ansiedad, frustración, tristeza y desesperanza. Nos quita seguridad y nos hace dudar de nosotros mismos y de nuestras capacidades… Y nos roba la paz.

¿Cómo anularla? Para ello debemos saber algunos trucos de cómo funciona la mente humana. Para explicarlo de una forma simplificada, la mente es como un laberinto de pisos interconectados, lo que ocurra a uno le afecta al resto. Estos pisos son: la percepción, el pensamiento, las emociones y la conducta. Como interpretamos las cosas condiciona como pensamos, como nos sentimos y como actuamos. Y así empezando desde cualquier escalón. Y a su vez se siguen condicionando unos a otros como un círculo que nos atrapa.

Os pongo un ejemplo, imaginemos que vamos en el autobús, va lleno, se suben unos chavales, con sus mochilas colgadas al hombro y a la persona que va sentada, la mochila le golpea en la cabeza. Este es el escenario. Situaciones posibles:

Caso 1– entiende que el autobús va lleno, que los chavales van hablando y piensa no se ha dado cuenta, por lo que no se siente ofendido y opta por decirle al chico que se descuelgue la mochila.

Caso 2– no valora la situación de alrededor, pone solo el foco en que la mochila le ha golpeado, su pensamiento entonces es, no hay derecho, los jóvenes no respetan a nadie, etc. Su reacción emocional es de enfado, porque se ha vivido como un ataque personal y opta por levantar la voz y recriminarle al chaval: “ya podíais tener un poco más de educación, que me has golpeado la cabeza, vais sin mirar, no respetáis a las personas mayores”.

¿Veis como una misma situación puede ir desencadenando respuestas diferentes y que cada escalón va influyendo en el siguiente? Volvamos a la persona que se enfadó, si a pesar de haberse fijado solo en sí mismo, hubiera pensado, bueno pero no es para tanto, no se habría enfadado y entonces no habría actuado como lo hizo.

¿Os dais cuenta? Si lo aplicamos al tema del que estábamos hablando. El circuito puede ser algo parecido a esto: Sentimiento de culpa, bloqueo, estamos anclados en un pasado que no se puede cambiar, angustiados, (emoción). Nos sentimos fracasados como padres, responsables de la situación (Percepción). Todo esto incluso puede llevarnos a pensar que debemos hipotecar nuestra vida para enmendar ese error (ya estamos en el piso del pensamiento), por lo que iremos abandonando las cosas positivas, no salimos con los amigos, no tenemos tiempo para nosotros, etc. (ya estamos en el de la conducta).

Se ve, ¿no? El piso de las emociones está desbordado y ha salpicado a todos los demás. ¿Cómo lo arreglamos? Vamos a usar otro de los pisos, para contrarrestar, de antídoto. Por ejemplo: el pensamiento, el razonamiento.

Estos son los argumentos que tenemos que usar:

1-Las adicciones son un problema tan complejo que no tiene un solo motivo, por lo tanto, el único motivo no puedes ser tú.

2-Seguramente, miras atrás y te das cuenta de que te has equivocado en algunas cosas y si pudieras volver, quizá, las harías de otro modo. Eso nos pasa a todo el mundo, todos nos equivocamos y a toro pasado las cosas se ven mejor, pero en el momento es más difícil verlas. Vale, reconoces un error, esto te puede permitir crecer, aprender y hacerlo de otra forma ahora. Esta es la actitud, machacarnos por los errores es el problema.

3-Quizá lo harías distinto ahora, pero en ese momento te pareció que estaba bien o no le viste el problema. Hiciste lo que creías que era lo mejor, o lo que podías dentro de tus circunstancias y tus posibilidades. Entonces no tenías otro camino. ¿Por qué sentirme mal por recorrer el único camino que había?

4-Nadie merece sufrir. Tú tampoco. El equivocarnos no nos convierte en malos, solo nos define como personas. El ser humano, se equivoca, esto forma parte de la condición humana. Es imposible que no pase nunca, lo que sí debemos intentar, es que ocurra lo menos posible.

5-La culpa debe medirse por la intención, si tu intención fue buena no debería tener cabida.

6-Debe estar asociada a una situación concreta. No puede ser la banda sonora de tu vida.

Repítete esto a ti mismo, hasta que vaya calando en tu conciencia y se afloje el nudo de la culpabilidad, para que puedas tirarla a la basura. Y cámbiala por ilusión, por objetivos, por confianza.

Desde luego hay otras muchas cosas, que pueden ser distintas, pero esta es una de las importantes. Es una manzana podrida. Si la llevas en tu cesto, todo lo que eches se terminara pudriendo.

¿No crees que merece la pena hacer limpieza?

Y recuerda, si no puedes hacerlo solo o sola, en Servicio PAD, prevenimos y tratamos las adicciones en adolescentes y jóvenes del consumo de alcohol y/u otras drogas,  del uso abusivo de la tecnología o con riesgos o problemas asociados al juego de azar.
¡Llámanos! 699 480 480

 

Inés González Galnares

Psicóloga Clínica

Responsable del Servicio de Orientación Familiar. Servicio PAD