Recuerdo la primera escena que me impactó en relación a la Tecnología al darme cuenta de cómo ésta había cambiado totalmente las relaciones entre los más jóvenes.

Fue hace ya unos años. Me encontraba en un bar-restaurante y había una mesa redonda sólo con los más pequeños sentados en ella (niños/as entorno a los 12 años). Me resultó muy extraño que no interactuaran entre ellos. Ni siquiera se miraban. Estaban absortos y ensimismados, cada uno con su móvil. Parecían aburridos. No había risas, ni travesuras, ni llantos, ni gritos, ni charlas.

Sentí tristeza al ver esa desconexión entre ellos. No eran conscientes de que lo más auténtico estaba frente a ellos pero eran incapaces de valorarlo. Me pregunté cómo esta desconexión iba a afectar al desarrollo de los nativos digitales.

Tratando de dejar atrás las resistencias y prejuicios de los que no hemos crecido de esa manera y miramos la realidad con otras lentes, reflexionemos juntos sobre la cuestión que he planteado.

Nos pasamos la infancia trabajando con nuestros hijos conceptos tan necesarios como la comunicación y la afectividad. Nos esforzamos para que expresen tanto con palabras como con su cuerpo aquello que les pasa y que necesitan. Y tratamos de transmitirles lo mismo nosotros. Sin embargo,  llegan a los 10 años, momento en el que la mayoría de niños y niñas tienen móvil propio, y en pleno momento de desarrollo personal y relacional, la pantalla es uno de los primeros topes que dificultan la comunicación con su entorno y, por tanto, que este desarrollo se produzca.

Así, los ‘emoticonos’ sustituyen la expresión de emociones y sentimientos; el anonimato, evita muchas veces la confrontación y la valentía de comunicarse con los otros y decir lo que uno piensa asumiendo la respuesta del otro; las posibilidades de ocio en el móvil seducen tanto como para olvidar los juegos físicos y de interacción que tanto aporta; la comunicación verbal separada de la no verbal limita todo el proceso de comunicación en las personas, y un largo etcétera.

Nuestros hijos dejan de entrenarse en aspectos fundamentales para su desarrollo si no se limita y cuida el proceso de socialización, con tecnologías y sin ellas.

¿Cómo podemos contrarrestar este fenómeno generalizado y que trae de cabeza a padres y madres?

1- Momentos sin móvil en casa. Pueden aprender que hay espacios y momentos en los que la comunicación entre los miembros de la familia es tan importante que el móvil puede esperar.

2- Dar ejemplo con el uso que haces del móvil. Cuestiónate qué mensajes puedes estar transmitiendo acerca de cómo hay que usar los móviles basándote en cómo lo utilizas tú.

3- Anímales a resolver sus situaciones emocionales cara a cara con sus iguales. De esta manera, se harán cargo de expresar aquello que les ocurre y potenciarás su empatía y respeto hacia lo que el otro u otra siente o piensa. La comunicación no verbal es fundamental para relacionarse e interpretar a los demás.

4-Favorece el ocio sin tecnologías. Cuida los momentos de juego en la familia y ayúdales a valorar la interacción física entre las personas.

5-Trata de limitar y regular el uso del móvil para que la tecnología no monopolice todos sus momentos de ocio en detrimento de sus relaciones personales y de otras actividades enriquecedoras, como la lectura.

Y recuerda, si no puedes hacerlo solo o sola, en Servicio PAD, prevenimos y tratamos las adicciones en adolescentes y jóvenes del consumo de alcohol y/u otras drogas,  del uso abusivo de la tecnología o con riesgos o problemas asociados al juego de azar.
¡Llámanos! 699 480 480

Pamela Valencia

Psicóloga y Orientadora familiar del Servicio PAD