El 12% del alumnado de 15 años tiene permiso de sus padres para fumar

 

«Al volver de la mili mi padre me cogió por el hombro y mientras me daba unas palmadas cariñosas me dijo: ya eres un hombre, fúmate un pitillo de los míos. ¿De verdad abuelo, y no podías fumar con quince? No, a tu edad no, eso fue cuando volví de la mili,  con veintidós años. También es cierto que yo a tu edad le sisé un pitillo a mi padre  de su cajetilla y con un amigo nos lo fumamos a escondidas, detrás de la tapia de las huertas. No veas como tosíamos…»

 Han pasado muchos años desde esta conversación la que se refiere el abuelo. Ahora su nieta tiene 15 años y se extraña de las pautas sociales con las que la gente vivía en mitad del siglo XX.

Las personas que ahora tienen quince años saben manejar un Smartphone, una aplicación en red y se comunican y juegan utilizando pantallas.

Ha cambiado la tecnología, y estos niños nacidos en el siglo XXI tienen acceso a contenidos que sus abuelos ni siquiera soñaban cuando tenían su edad. Pero no solo ha cambiado la tecnología para la comunicación el trabajo o el ocio, también ha cambiado la perspectiva de género o la distribución del poder dentro de las familias.

La autoridad ha cambiado de lugar. Hemos pasado unos años en que por reacción ante el autoritarismo previo de nuestra sociedad parece como si se difuminara la autoridad. Como si las madres estuvieran llamadas a ser las “mejores amigas” o los padres a convertirse en “compañeros y colegas”. Tuvimos unos años en que la familia parecía que tuviera que ser un ejemplo de igualitarismo en el que la autoridad no supiera de edades ni de roles educativos.

Ahora que parece que las aguas vuelven a un cauce más realista, y a las madres y a los padres aún nos cuesta encontrar acomodo en esta situación nueva, cambiante. Pero los niños agradecen tener pautas claras que les permitan crecer. Pautas que acatar, o pautas frente a las que puedan discutir, argumentar… crecer y madurar en suma. Esas pautas nos toca fijarlas a las figuras adultas de la casa. Da lo mismo que seamos madres o padres, que haya solo una figura parental o que haya varias, y  en varios espacios. Nos toca a las personas adultas de la tribu poner las cosas claras. Decir que se puede y que no se puede hacer.

No olvidemos que la educación recae sobre todo en las relaciones familiares porque son las relaciones familiares las que gracias a los vínculos afectivos resultan creíbles, prestigiosas para esas personitas que están dejando su infancia y crecen como adolescentes. No resultan tan eficaces las pautas de los medios de comunicación, que en sus múltiples formatos digitales son cambiantes a ritmo de moda del mercado. No resultan tan eficaces tampoco las normas sociales que se publican en el boletín oficial porque están lejos de la vida de la adolescente que sin embargo, escucha embobada como cuenta sus batallitas el abuelo.

Nos toca poner normas, y no dar permiso para fumar a los adolescentes. Hay que revertir ese 12% que aún aparece en la encuesta SIVFRENT-J realizada cada año. Para conseguir una sociedad sin humo, nos toca arrimar el hombro, pues no solo es cosa de las leyes o de que ya no se fume en las pelis o en las series.

 

Y recuerda, si no puedes hacerlo solo o sola, en Servicio PAD, prevenimos y tratamos las adicciones en adolescentes y jóvenes del consumo de alcohol y/u otras drogas,  del uso abusivo de la tecnología o con riesgos o problemas asociados al juego de azar.
¡Llámanos! 699 480 480

Carlos Mora

Asesor Técnico del Departamento de

Prevención de Adicciones del Ayuntamiento de Madrid